jueves, 10 de agosto de 2017

LEY MORDAZA

Los gobiernos y los grupos de interés vinculados al poder escogen coartar el derecho a la libertad de expresión esgrimiendo cualquier argumento que resulte válido para ellos, a fin de eliminar todo tipo de crítica que pueda poner en peligro la consolidación del statu quo.
El modus operandi de los hiperestésicos hacia la crítica toma diversas formas, principalmente por medio de regulaciones que coartan la libre expresión. Otras, aparentemente imperceptibles se manifiestan por otros medios. Toman otras formas.
Cada vez es más frecuente encontrar en las redes sociales, desde tormentas hasta diluvios de “sabios” consejos copiados o expresados por personas autodenominadas motivadoras, dirigidas a indicar que el silencio es el comportamiento más sabio de los individuos para sobrevivir  en una sociedad en donde señalar las injusticias y oponerse a los comportamientos autoritarios son la regla de oro para acceder a oportunidades que en algún momento indeterminado de su vida, se le otorgarán en compensación a su mutismo oportunista. Conscientemente o no, los lectores convencidos le otorgan un “me gusta” o comparten la perla de sapiencia y cálculo que aparece como consejo en su muro.
Los franceses y su revolución; los norteamericanos, indios y sudafricanos y su independencia; Martin Luther King y su lucha por los derechos civiles con sus diversas formas de expresarse y manifestarse, son ejemplos que dejaron un legado a la humanidad la cual no existiría como la conocemos hoy, si los protagonistas hubieran permanecido en el silencio cómplice.
No hay duda de que el silencio y la confidencialidad son un requisito primordial en los campos de negocios, militar, religioso, político y todas aquellas actividades humanas que requieren de secretividad para alcanzar sus objetivos. También, existen reglas escritas o no, donde el silencio es hermano de la elemental discreción. Pero, no siempre, el silencio debe convertirse en regla general, con el fin de evitar perturbar la caprichosa tranquilidad de quienes detestan hasta los murmullos respecto a sus inexcusables acciones.
Es imposible establecer reglas de prudencia, instrumentadas por el silencio. Cada uno, según sus antecedentes, formación y experiencia debe establecer qué, cuándo, dónde y cómo expresar sus ideas sobre el tema que sea de su agrado opinar y atenerse a las consecuencias, sí es que tienen que haber. No existe sistema cuantitativo que mida la extensión, el peso o el volumen de lo que se expresa. Y sí existiera, estaría sujeto a la elasticidad del criterio de cada uno.



lunes, 7 de agosto de 2017

ISO Y POLITICA

Las normas ISO especifican requerimientos que pueden ser empleados en organizaciones para garantizar que sus productos o servicios cumplen con la calidad deseada. ISO (International Organization for Standardization), ha publicado alrededor de 19.500 normas internacionales disponibles en su página oficial (http://www.iso.org/).
Para las organizaciones, las normas ISO son instrumentos que permiten minimizar costos, hacen posible la reducción de errores y favorecen el aumento de la productividad. Ayudan en casi todos los aspectos cotidianos de una persona, como garantizar la seguridad vial o la seguridad de los juguetes. Cuando un producto o servicio cumple con las normas ISO, los clientes pueden confiar que cuentan con la calidad exigida a nivel mundial.
En los negocios, los estándares ISO contribuyen a que: Se reduzcan los costos; se optimicen las operaciones; se incremente la satisfacción del cliente; colaboran a mejorar la calidad de los productos o servicios cumpliendo con las exigencias de los usuarios; abren el acceso a nuevos mercados; reducen barreras al comercio internacional; incrementan el comercio; y aportan una ventaja competitiva.
Los sistemas de gestión también conocidos como SG coadyuvan a la gestión de procesos generales o específicos de una organización y tienen como finalidad establecer y alcanzar unos objetivos definidos. Las organizaciones que los ponen en marcha obtienen numerosas ventajas de su aplicación.
Las Normas ISO están diseñadas fundamentalmente para mejorar los sistemas de gestión de empresas y organizaciones privadas. Sin embargo, su uso es cada vez más frecuente en ciertos productos, servicios y funciones que ejecuta el sector público.
Mentira, engaño, y falsedad son las principales características de productos y servicios ofrecidos por los políticos en la gestión pública y marcan la enorme diferencia entre las exigencias de la clientela de las empresas privadas versus lo esperado de las ofertas que venden los políticos antes de acceder al poder o una vez detentándolo. Lo extraño de la clientela política es que, siendo prácticamente la misma que reclama calidad al sector privado, se torna complaciente ante los cantos de sirena de los políticos. Es más. Persevera en “comprar” toda una vida, los bienes y servicios que ofertan los políticos. Es una suerte de fidelidad autodestructiva.
El político no padece del efecto rubor ante sus mentiras. Asegura con la mayor desfachatez: “todas las carreteras del país están pavimentadas”; “los hospitales están abastecidos de medicamentos”; o “somos el país más seguro de Latinoamérica”,  lo que significa burlarse del auditorio que oye, lee o contempla sus patrañas hasta el hartazgo.

Es por ello, que la incorporación de un (Sistema de Gestión de Calidad (SGC) en la administración pública, especialmente en órganos electorales (tarea de la OEA) permite que las instituciones alcancen los objetivos trazados en sus planes estratégicos, teniendo como objetivo principal la satisfacción de los ciudadanos a través de la organización de procesos electorales limpios y transparentes. Además, el órgano electoral se moderniza dado que el concepto de calidad está ligado a la provisión en este caso de servicios electorales y a la satisfacción de la población; la improvisación se reduce y la gerencia se profesionaliza. Para los tribunales electorales, el producto final de su venta son las elecciones y la calidad se introduce a toda la organización lo que, a través de su gerencia, tendrá un efecto positivo en la organización, desarrollo y resultado decente de las mismas.