domingo, 18 de febrero de 2018

EXIGENCIAS

Abusivos y exigentes. Así son algunos de los representantes de la gobernabilidad que desgobierna Honduras.
En reciente discusión púbica entre uno de sus conspicuos cabecillas y una periodista de la televisión nacional, de forma altanera indicaba el primero que han logrado bajar la cifra de homicidios de 90/100,000 habitantes (no mencionó el año de referencia) a 45/100,000 habitantes y luego con aire desafiante indicó a su interlocutora: “¿O quieren que bajemos la tasa de homicidios a cero?”.
Según Insight Crime, la tasa de homicidios de Honduras en 2017 fue de 42.8/100,000 habitantes. Para ese mismo año, en orden descendente, El Salvador tuvo 60, Guatemala, 26.1, Costa Rica, 12.1, Panamá 10.2, y Nicaragua 7, por 100,000 habitantes. La publicación ubica a Honduras en cuarto lugar en América Latina y segundo lugar en Centroamérica. Y el cuestionamiento del reclamante funcionario oficioso, francamente se torna en algo deseable, partiendo de que la Organización Mundial de la Salud, considera condición epidémica cuando un país alcanza los 10 homicidios por 100,000 habitantes.
Una de las innumerables artimañas que utilizaron para “ganar” las recientes elecciones constituyó coludirse con el Registro Nacional de las Personas para integrar las brigadas de entrega de identidades. La estratagema consistió en que usted iba a las oficinas del RNP a reclamar su identidad y allí le indicaban que las brigadas andaban su tarjeta y la tenían en el centro de votación donde usted votaría. Cuando usted llegaba al lugar indicado, no encontraba a los mentados “brigadistas”. Por casualidad, aquellos que se quedaron sin identidad y sin votar no estaban registrados como posibles sufragantes de la reelección. Todo lo contrario.
Las zonas calientes siguen en manos de quienes las controlan desde hace años. Las pistas de aterrizaje clandestinas siguen construyéndose, ante la mirada complaciente de quienes deben evitarlas. Una tarea interminable de hacer y deshacer. Y las diarias masacres de comienzos del 2018, anticipan que la tasa de homicidios aumentará irremediablemente. Todo lo anterior, se complementa con los ascensos recientes, que por coincidencia se entienden como premio a la complicidad y la represión, pero no a la disminución del crimen que es su responsabilidad.
Además de exigir que les den las gracias por “portentosa” lucha contra el crimen, ahora es que, acusan a los grupos de asociación ilícita que el mismo gobierno está obligado a controlar por obstaculizar el voto en las elecciones y se ha puesto lastimera queja ante el más alto ente de gobernanza mundial. Esta queja tiene connotaciones de un bumerang, pues para que la denuncia sea equilibrada, el gobierno debe explicar el impedimento que ejerció y convirtió en abstencionismo obligado para miles de compatriotas, que hubieran contribuido a cambiar el resultado electoral.  La denominación de los sospechosos criminales puede ser diferente, pero el crimen de impedir votar es el mismo.



jueves, 15 de febrero de 2018

OCUPACIONES

Para no inducir a confusión, este término se refiere a los oficios y profesiones que desarrolla una persona en el campo laboral.
Los avances tecnológicos han irrumpido en el mundo del trabajo, anulando antiguas ocupaciones, transformando algunas y creando nuevas profesiones y oficios. Labores tradicionales que alcanzaron su apogeo y esplendor durante el siglo pasado, sucumbieron ante la aparición de las máquinas, mecánicas y eléctricas. La computación con sus 6 generaciones, desde 1951 ha transformado el campo de las actividades humanas de manera irreversible.
Hay ocupaciones en el campo del entretenimiento, por ejemplo, los cómicos, que parece que tuvieran los días contados. Al menos en los espacios en donde sus seguidores se han acostumbrado a encontrarlos, como los circos, para hacer más llevadera la existencia con sus ocurrencias, desplantes e irreverencias que provocan la hilaridad de quienes les ven o les escuchan.
En Honduras, ha sido evidente la escasez de cómicos y los pocos con vocación que decidieron escoger ese oficio, usualmente fueron arrinconados o acomodados a los espacios de las radiodifusoras. Aún, con esa área reducida, lograron crear sus fieles audiencias que religiosamente esperaban la hora de sus intervenciones radiales para paliar el agobio de la lucha cotidiana.
La alusión es en pasado porque, en la tarea tenaz por sobrevivir, los cómicos desde 1950 a la fecha, han reducido la extensión de su existencia. Y su denodado afán por alegrar la tristeza endémica de un pueblo harto de calamidades, pudo haber hecho mella en su ilusión por arrancarle sonrisas a una sociedad que languidece en las angustias que debe soportar como víctima inocente de la ignominia.Una condición a la cual no escaparon ellos mismos.
Entre personajes y programas que endulzaron en su momento al auditorio hondureño se recuerda a: El indio Calcañal; Platicando con mi Barbero; La Escuelita Alegre; La Noticia Sin Malicia; Margarito El Guardia; Cuentos y Leyendas de Honduras; Frijol El Terrible, y otras figuras de la farándula hondureña que contribuyeron al entretenimiento nacional.  
A falta de obras de teatro, operas, conciertos y todo aquello que es común encontrar en ciudades fuera de Honduras, gran parte de la población ha encontrado en las redes sociales llenar el vacío de esparcimiento necesario para su salud mental. Un entretenimiento que molesta a la cúpula del poder político, que está dispuesto a eliminar la última capa de pasatiempo que ha quedado a los hondureños.
A veces, los gobernantes se toman muy en serio. Tan a pecho, que consideran a los gobernados como los súbditos de un reino de jolgorio, que sólo existe en su cabeza y en la de aquellos que derrochan los dineros del pueblo; un pueblo cuyo mecanismo de defensa es explotar las ridiculeces, e imaginarse las pensadas de los cómicos que ya no están, para sobrellevar la pesada carga de soportar a una gavilla de intolerantes abusadores.     


viernes, 9 de febrero de 2018

ENREDADOS

Detrás de toda iniciativa de ley existe una intención abierta o encubierta de política de estado o simplemente un ejercicio de politiquería. Y los resultados que se esperan de su aplicación, nunca son inocuos.
Los gobiernos de turno en el poder establecen su agenda legislativa en función de los intereses particulares de sus principales figuras del estado de cosas, los cuales virtualmente pueden ser coincidentes con intereses de orden nacional o foráneo con respecto a determinadas áreas de la vida política, económica y social de un país.
Cuando se trata de alcanzar objetivos que permitan establecer condiciones para favorecer a las mayorías, se puede interpretar que un congreso nacional está haciendo la tarea que le corresponde. Usualmente, este tipo de leyes cuenta con un alto valor político, puesto que contribuye a que, sus proponentes, impulsadores y ejecutores obtengan puntos favorables para prolongar su estadía en el poder, mediante la esperada compensación que obtendrán del voto popular, expresado en las urnas y registrado apropiadamente.
Cuando por el contrario, el objeto de las leyes es pretender conculcar los derechos de las mayorías y conlleva satisfacer intereses de una camarilla hiperestésica, intolerante a la crítica y que supone que, el privilegio de ejercer el poder, incluye acallar todo signo de descontento y disidencia expresado públicamente, entonces quienes se han despezuñado por mantenerse en las alturas, podrían ir buscando la inhóspita llanura donde hay mucho que hacer, puesto que por su propia iniciativa e interés se han expuesto a la evaluación pública permanente.
La ahora denominada ley de ciberseguridad nacional es el segundo intento en el transcurso de un año, junto con el Artículo 335-B del Código Penal, por enmudecer todo vestigio de libertad de expresión en Honduras. La pretensión de controlar las redes sociales, cualquiera que sea el nombre con que denominen dicha ley, constituye una acción gubernamental dirigida a silenciar todo tipo de oposición.  La “venta” de tal instrumento legal, que fue importado al margen de los derechos de autor y su consabida “socialización” constituye otro ejemplo de manipulación para alcanzar objetivos preconcebidos.
Los sitios web que permiten el tráfico de mensajes cuentan con los mecanismos necesarios para neutralizar aquellos textos irrespetuosos o incómodos. Por lo tanto, es tarea de cada uno, establecer cómo controla los exabruptos de quienes no actúan o se expresan apropiadamente. No se debe trasladar una tarea doméstica individual al contexto global de una ley aplicada a la población en general.

La mencionada ley tiene propósitos claramente establecidos para sus proponentes. Ellos han calculado sus beneficios. Lo que no han considerado adecuadamente, es que su intención afecta a más de 2 millones de usuarios de internet, así como a más de 8 millones de suscriptores de teléfonos celulares. Y constituye una forma más de abierta represión.

lunes, 5 de febrero de 2018

METASTASIS

Cuando en un país, los primeros obligados a respetar y hacer que se respete la ley son los iniciadores en el uso de triquiñuelas para hacer o deshacer lo que por derecho está prohibido y manipular a los operadores de justicia para que las normas se apliquen discrecionalmente, el estado de derecho se derrumba; la impunidad es un reflejo de las mayores asimetrías en la sociedad; y la democracia electorera constituye un remedo de libertad política, en la que sólo creen quienes se apropian del poder o los representantes de intereses foráneos que evalúan las situaciones en términos de un conveniente beneficio/costo.
Y como el cáncer que avanza a través de los vasos sanguíneos y va contaminando las partes sanas del cuerpo, el irrespeto a la legalidad va penetrando los tejidos de una sociedad que va adoptando sistemáticamente las características de la jungla. Y cada uno justifica su conducta selvática al hecho de que el ejemplo surge de las cúpulas.
Lo delicado del asunto, es que las leyes se hacen para aplicarlas a personas y se supone que están previstas para establecer el orden y la armonía dentro de la sociedad. Las leyes no se formulan para desordenar, desarmonizar y desatar el temido odio, que ahora se trata de controlar vía decreto obviando la naturaleza de sus causas. Una asimetría más. Maltratan y esperan que los afectados les rindan pleitesía.
Cuando surgen individuos que a fuerza de zalamerías, sus allegados los alientan a violar las leyes, y ellos se convencen a sí mismos que existe en el ambiente una condición sobrenatural que se ha introducido como metástasis en su cabeza, entonces del irrespeto a ley pasan al siguiente nivel: la comisión de delitos de todo tipo en contra de la ciudadanía en general o en particular, en este caso para despojar a aquellos que levantaron con esfuerzo de generaciones negocios que les permitieron gozar de una vida holgada.
Para un redomado irrespetuoso de la ley, “el cielo es el límite” y consecuentemente nadie puede considerarse seguro o garantizado que estará exento de sus tropelías. En la aplicación sectaria de la ley (otro tipo de metástasis) se ha visto fortunas multimillonarias que han sido diezmadas, como parte de los designios de los propietarios del poder. Y probablemente nunca se sabrá, qué destinos tuvieron los activos del despojo, qué estados financieros fueron a engrosar, y tampoco, quiénes fueron los beneficiarios de tan inesperado premio de lotería.
De los efectos devastadores de las metástasis, no se escapa nadie.

    

viernes, 2 de febrero de 2018

APOROFOBIA

Según FUNDEU, aporofobia es un neologismo que significa ‘odio, miedo, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el que no tiene recursos o el que está desamparado’. Los gobiernos autoritarios están plagados de individuos que pareciera sufren de tan desgraciado temor. Una fobia que los induce a utilizar diversos instrumentos como la corrupción, la impunidad y la represión para escamotear la satisfacción de las necesidades básicas a los más desposeídos.
 Con sus políticas y acciones desde el poder, los aporofobos manifiestan su hostilidad restringiendo el empleo, el ingreso, los alimentos, la vivienda, la salud y hasta las formas de comunicarse de aquellos cuyo único recurso ante la adversidad es lamentarse y hacer catarsis de las penurias que son obligados a padecer, mientras los que ostentan el poder, arrebatan sus posibilidades de bienestar. O sea, la iniquidad se concreta en la doble condición de estar amolado y callado a la vez.
Desde que la democracia tomó fuerza a partir de la revolución francesa, son contados los casos en el mundo en donde el progreso de las naciones surgió de gobiernos dictatoriales. La tendencia de las dictaduras hacia concentrar el poder, la riqueza y la discriminación de los más débiles es incongruente con la coexistencia del desarrollo económico y social.
Una vez que un determinado grupo asalta el poder o se mantiene en él por la fuerza, los diversos grados de autoritarismo se verán y se harán sentir. Cualquier manifestación pública de disidencia o descontento, es considerada un atentado al orden establecido. Y comienzan por intentar regular todo tipo de comportamiento humano que consideren hostil, ahora particularmente el que se manifiesta en las redes sociales. Es decir, para los aporofobos no es suficiente detentar el poder. La hostilidad es su monopolio absoluto.

Precisamente, las redes sociales ayudan a no sorprenderse de los desatinos del poder. Desde Kirguistán, pasando por Irán y más cerca en Brasil y Venezuela, las acciones para controlar las redes sociales, se repiten de manera frecuente en cada vez más amplios escenarios geográficos. Y tampoco deberá extrañarnos en el caso hondureño, que los renovados “orejas”, famosos en la dictadura de hace 80 años, terminarán exponiendo iniciativas legislativas como, por ejemplo: “ley de las malas miradas”, “ley de control de las cartas postales”, y eventualmente, “ley de desclasificación de las confesiones religiosas”, para eliminar las expresiones de “odio y discriminación” de la ciudadanía.