sábado, 30 de marzo de 2019

SESGO

La corrupción se desplaza en jet. La anticorrupción camina a pie.  Quizá, uno de los grandes fracasos de intentar contener la corrupción en la mayoría de los casos es, la identificación de sus víctimas directas.
La dificultad de presentar el cuerpo del delito, para aquellos que luchan contra tal flagelo, hace considerarlos como terceras partes. El corrupto (el delincuente) cuenta con el motivo y la oportunidad que el mismo crea. Instala el escenario.  Actúa con alevosía, premeditación y ventaja. Y para asegurarse que no será castigado controla todos los anillos de prevención, control y condena del crimen.  Eso que le denominan operadores de justicia.
El corrupto se da el lujo de suscribir convenios con organismos internacionales que supuestamente luchan contra la corrupción y tales convenios le sirven (con la complacencia de sus contrapartes) como patentes de corso para exhibir su “transparencia” y continuar el saqueo impune de los recursos públicos.
Los corruptos se aseguran en compartir migajas de recursos o espejismos de poder con sectores de todas las capas de la sociedad que con ardoroso y abierto entusiasmo o taimado y cómplice silencio le garantizan al corrupto que no se referirán adversamente a tan incómodos temas.
Cuando las denuncias de corrupción empiezan a considerarse riesgosas para la santidad del trabajo “honorable” de los corruptos, éstos utilizan diversas acciones estratégicas correspondientes al nivel de peligro que signifiquen el ponerlos en evidencia.  Desde acusaciones de falsedad, pasando por ironías, sarcasmo, burla y cinismo para descalificar a quienes consideran sus enemigos, hasta asegurarles un recinto carcelario o un anticipado viaje al camposanto.
El corrupto no actúa sólo. Para crear un espectro generalizado de corrupción debe contar con un núcleo sólido de partidarios que le garanticen religiosa obediencia e incondicional apoyo, aun cuando resulten afectados ellos mismos por los perversos efectos de la corrupción.
La proclividad al delito de una sociedad tiene su mayor manifestación en la corrupción. El que la ejecuta y el que la permite son cómplices.
Siempre habrá corruptos, y a su vez, nunca faltarán voces de resistencia que se levanten para manifestar su disidencia. Ahora, cuando en una sociedad, la corrupción se vuelve epidemia, es más fácil que los disidentes deban emigrar para salvar sus vidas y faltará espacio en las cárceles para los denunciantes, no para los corruptos, que con carcajadas de hienas continuarán la fiesta interminable de los recursos mal habidos.


domingo, 24 de marzo de 2019

INSTINTO ASESINO

Hace unos años. Era un lunes. Al parroquiano le tocó su turno. Subió a la silla y se apoltronó en ella. El barbero -antes era usual- entabló de inmediato conversación con su cliente, que levantó su tono de voz. Parecía apresurado por compartir con el barbero y los demás parroquianos que habrían de oírle, una historia que a él le pareció fantástica, pero a algunos oyentes les lució repugnante.
“El fin de semana me fui de cacería con unos amigos”, dijo el cazador enfático, orgulloso. “Matamos 16 venados, incluyendo una hembra que estaba embarazada”. Luego de la infortunada confesión, en el salón de la barbería del hotel, sólo se escuchaba el sonido de las tijeras cortando pelo, o las rasuradoras, rebajando barbas.
En los veranos, el pasto seco de los bosques obliga a sus habitantes silvestres a buscar agua y alimentos cada vez más escasos.  Su hábitat disminuye drástica y progresivamente por la acción de madereros, desarrolladores urbanos, la ampliación de la “frontera agrícola” en zonas forestales, los pirómanos y aunque muy poco se menciona, la acción de los cazadores, que se suman a la pandilla de asesinos de los bosques y destructores del ambiente.
El modus operandi de los cazadores consiste en meterle fuego a la foresta, para que los animales de todo tipo salgan de sus madrigueras y se conviertan en blanco fácil para los que practican tan abominable deporte.  Su abuso incluye la quema de propiedades privadas. Como si fuera una guerra, el accionar de los cazadores es similar al efecto que produce el napalm.
La cultura de eliminar de puro gusto toda criatura que se mueve por la tierra, el aire o el agua, es reflejo de un instinto asesino incontrolable. Aparte de ser una conducta autodestructiva, contribuye a alimentar el desprecio por la vida en general, incluyendo la existencia humana.  
Los efectos del cambio climático que cada vez son más evidentes y dramáticos, constituyen la contrapartida al comportamiento inhumano, que los habitantes “inteligentes” de la tierra están recibiendo, en parte por su instinto de exterminación. Ese instinto de aniquilamiento que llevará a la humanidad a su propia extinción.  


lunes, 18 de marzo de 2019

PANDOS

Según la biblia, en Génesis:” Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó." Y lo diseñó para que caminara erecto, sin colocar sus manos en el suelo para apoyarse o para desplazarse como lo hacen los cuadrúpedos.
Tiempo después, cuando Dios observó que el hombre se desviaba de los objetivos de la creación, envió a su hijo Jesucristo que en una simple aseveración englobó gran parte de la filosofía de su enseñanza: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.
Los líderes de la humanidad parecieran actuar contracorriente ante las enseñanzas cristianas. Luce, como que es más simple complicarse la propia existencia y la de los demás, aplicando el eslogan: Odiaos los unos a los otros.
Y no es descabellado suponer que el hombre es recto en su caminar, pero se pandea en su forma de pensar.
No se trata de que, para eliminar los problemas, todo mundo debe pensar igual. Lo pando del asunto es que, porque alguien piensa o es diferente, se inicia una sucesión de descalificación que puede identificarse como los niveles de riesgo: verde, amarillo, rojo y negro. La cúspide de la descalificación consiste en eliminar a quien piensa o es diferente. Y se inicia una escalada de acción-reacción, hasta llegar al punto en que, para el cumplimiento de la venganza y el ciclo, desaparezca la humanidad.
Y los principales espacios con que cuenta el hombre para alcanzar la felicidad, se convierten precisamente en zonas de práctica del odio más abyecto. Desde la política, donde los gobernantes están llamados a buscar el bien común y más bien se transforman en verdugos de sus propios conciudadanos, creando ministerios de felicidad y simultáneamente, robándoles la educación, la salud y el bienestar; o en la religión, que pretende el crecimiento de la espiritualidad y la han transformado en succionadores de recursos y maltrato de los feligreses, creyentes o como se les denomine. El sectarismo religioso convertido en un coctel de animadversiones constituye la mayor fuente de odio en el mundo.
Y, tan pando es el pensamiento, que el color de la piel pretende reutilizarse como una medida de diferenciación entre humanos. Pero, cuando el cambio climático convierta en más despiadados los rayos del sol, los supremacistas de piel blanca añorarán tener una piel más oscura, pues, probablemente tendrán que enclaustrarse en sus casas, o salir únicamente de noche. Como los búhos.
En general, los humanos son más proclives a lo recto que a lo pando. El problema radica en que, mientras más pandos asuman las posiciones de poder, en cualquier campo de actividad, enderezar las desviaciones será una tarea cada vez más compleja.


sábado, 9 de marzo de 2019

IMAGEN

La imagen de un país la construyen los nacionales del mismo y los extranjeros que se integran de manera permanente para engrandecer al terruño con su fisonomía, comportamiento y sus acciones. Las bellezas naturales como montañas, ríos, mares y otros accidentes geográficos contribuyen a la imagen de la nación, pero sólo son accesorios de su activo principal: la gente que lo habita.
El aspecto físico actual, resulta en el caso hondureño, de una mezcla de descendientes: de las tribus indígenas, los conquistadores españoles, los garífunas y los inmigrantes provenientes de Europa y Asía, fundamentalmente. También heredamos sus culturas de las cuales no podemos escapar, pero a su vez no podemos culparlos de nuestro estatus cultural actual y llegar al extremo del desprecio con hechos vergonzantes como derribar la estatua del descubridor de América. Eso es simple involución.
Las instituciones, se copiaron de España. Pero la forma esquizofrénica como se manejan hoy no es culpa de los españoles. Es nuestra responsabilidad. Desde que los padres de la república concluyeron que había que independizarse, eso conllevaba la responsabilidad de comportarse como adultos civilizados. Salvo escasas excepciones, no hay plan con plazo más allá de un período de gobierno, ni institución pública que mantenga el mismo nombre por más de 50 años. Y tampoco se trata de la cantidad de tiempo de un mismo partido en el gobierno, si no de la calidad de gestión en beneficio de las mayorías.
La disfunción de las familias se traslada a la sociedad. Y los valores de respeto, solidaridad y prudencia se postergan ante los privilegios transitorios que representan la tenencia y ostentación de bienes materiales. Una herencia que no corresponde se antepone al amor filial que debe prevalecer entre parientes. Y la suma de familias enemigas entre sí, continúa interminable para fortalecer la noción de un país dividido.
La suma de escándalos de corrupción que se remontan al fallido canal interoceánico, cuyos gestores hondureños se robaron la plata para adquirir castillos en Francia, ha sentado la pauta del modus operandi delincuente y criminal de quienes ostentan el poder exclusivamente para su propio bienestar, menospreciando las repercusiones presentes y futuras para millones de conciudadanos.
La imagen de un país no es cuestión de logos, cancioncitas, anuncios o rasgarse vestiduras exigiendo lo que no es. Tampoco se trata, para adentro y para afuera, que sólo se digan bellezas alejadas de la verdad. La imagen, en las familias y en las naciones, depende del esfuerzo persistente de sus integrantes y está en función de la construcción de un amor y una autoestima que precisa de educación, perseverancia y esmero.


domingo, 3 de marzo de 2019

TELEMARKETING

Suena el teléfono. El número en pantalla no está en su lista de contactos. La persona contactada, cliente potencial, está muy ocupada y duda en responder. Luego desecha la duda y decide contestar la llamada.
“¿Hablo con el señor XYZ?
“Sí, con el habla, ¿qué desea?”
“Tenemos referencias de usted como buen cliente y en tal virtud, estamos ofreciéndole una tarjeta club de la empresa ABC que le permite gozar beneficios inimaginables”
El cliente potencial, decide enfriar el asunto de manera rápida y expresa: “No me interesa”
La vendedora al otro lado de la línea toma muy personal la respuesta negativa y con una muestra del mayor irrespeto riposta: “¿O es que no tiene capacidad…?”
El cliente potencial, prudentemente, corta la comunicación. La insolente pregunta de la atrevida vendedora, pudo dar lugar a cualquier tipo de respuesta grosera y bien merecida.
El telemarketing es un servicio de venta o promoción de productos y servicios por teléfono. La disponibilidad de bases de datos de clientes que se trasiegan desde los registros nacionales de las personas hasta los directorios de las compañías telefónicas, pasando por las empresas dueñas de las redes sociales, permite el acceso a compañías, para contactar a multiplicidad de clientes potenciales.
La venta telefónica no tiene nada de malo. De hecho, ahorra costos tanto a los vendedores como a los compradores, cuando estos últimos están interesados en un determinado producto o servicio ofrecido. Lo infortunado es cuando las empresas entrenan pobremente a sus vendedores o sencillamente reclutan a personas que deberían buscar ocupación en cualquier otra actividad distinta de las ventas.
El afán por aumentar las colocaciones puede convertir al telemarketing en un medio invasivo e indeseable, cuando la actitud del vendedor en lugar de ser persuasiva se convierte en la de un energúmeno que imagina que lo que está ofreciendo, debe corresponder obligatoriamente a una respuesta afirmativa de la persona contactada. Una muestra más del autoritarismo que está penetrando casi todos los campos de actividad de la sociedad hondureña.