Parte I.
Zarpamos
Parte II.
Estadía en la Isla
Parte III. La
intriga del Tesoro
Parte IV. El
Retorno
Parte I.
Zarpamos
El bote
Capitán Ron, propiedad de John, zarpó el día 1 de marzo a las 16:00 horas desde
la Isla de Roatán para realizar una travesía de 23 horas hacia las Islas al del
Cisne, localizadas, 240 Kilómetros al este de la primera. El sol en su pleno
esplendor anticipaba un buen tiempo y un viaje excitante. Como un elemento de
identificación inmediata, todos lamentamos el zarpar con la pesadumbre de que a
Mati no le había llegado su maleta con todas sus pertenencias.
Roatán es la
mayor de tres islas principales (las otras dos son Guanaja y Utila), que
conforman el archipiélago del Departamento
de Islas de la Bahía a 50 Kilómetros de la costa norte de Honduras.
La iniciativa
del viaje había nacido de un mensaje de Leo por correo electrónico del 16 de
diciembre del 2001, en donde notificaba a Jorge y a Daniel, su intención de
organizar una expedición a las Islas del Cisne.
Luego de una gran cantidad de cruces de
mensajes relativos a precisar los aspectos logísticos de la expedición, Jorge
se encargó de hacer los contactos y las negociaciones sobre los requerimientos
de equipo y avituallamiento necesarios para 7 israelíes, 2 norteamericanos, 2
peruanos y 2 hondureños que formamos parte del viaje para una travesía y
estadía de 10 días.
Leo arribó a
Tegucigalpa para sumarse a Jorge y partieron el 26 de febrero a Roatán para
asegurarse que todo estuviera en orden. El resto del grupo israelí (Amos, Mati,
Asaf, Nurit, Dror, y Dori) también llegaron con suficiente anticipación y a
ellos se agregaron de Estados Unidos (Bruce y Peter); de Perú (Atilio y
Sergio); y finalmente se sumó Daniel, que llegó a Roatán, 4 horas antes de que
el bote zarpara.
En la
distribución inicial de tareas hecha por Leo, las asignaciones estaban
constituidas así:
Dirección del
viaje y aspectos logísticos (Leo y Jorge)
Equipo de
buceo y primeros auxilios (Amos, Mati y Asaf)
Equipo de
filmación (Nurit, directora, Dror-superficie y Dori-agua)
Equipo
detector de metales agua y tierra (Bruce, Peter, Atilio y Sergio)
Recolección de
datos (Daniel)
Antes de
partir, los viajeros efectuaron las compras de última hora y durante el
almuerzo, Leo dio las últimas indicaciones al grupo sobre los detalles propios
de una expedición como la que estaba a punto de iniciarse.
Para algunos
miembros del grupo expedicionario(Bruce, Atilio y Leo en menor grado), la razón
fundamental del viaje consistió en corroborar la historia de un Flamenco
llamado Simón Zacarías, quien fue tomado
prisionero en Cabo Camarón(Punta Castilla), Honduras por los españoles en 1616
como parte de un grupo de piratas ingleses, y que contó la historia de que
había encontrado vestigios en una Isla desconocida, que apuntaban corresponder
a los pertenecientes a La Capitana(San Roque), uno de los 7 galeones sobrecargados
de tesoros de la flota española que partió de Cartagena de Indias el 1 de
Noviembre de 1605 y que zozobró en medio
de una tormenta el 6 de Noviembre.
El tesoro
descrito y escondido por Zacarías correspondía a una parte de lo contenido por
el San Roque. De acuerdo con los mapas dibujados por Zacarías, las formas de la
Isla correspondían a lo que ahora son las Islas del Cisne. Sin embargo, un
detalle que conduce a confusión indica que Zacarías denominaba Misteriosa a la
Isla dibujada por él, cuyo nombre corresponde al actualmente conocido como
Banco de Serranilla localizado unos 50 Kilómetros al norte de las Islas del
Cisne.
Los españoles
trataron de obligar a Zacarías a regresar al lugar en donde había dejado
escondido el tesoro, pero éste se negó a acompañarlos. Esta decisión, le costo
la vida, muriendo decapitado.
Durante 80
años, la corona española hizo 7 intentos para localizar el susodicho tesoro
escondido por Zacarías. Todos fracasaron por la hostilidad de las aguas del
supuesto lugar del escondite, que produjeron naufragios, así como por el asedio
de piratas e indios. Recientemente (en los últimos 10 años), ha habido otros
intentos de buscadores de tesoros, pero se desconoce cuántos han sido y qué han
encontrado.
El bote
Capitán Ron de color azul y blanco, de 80 pies de eslora, un calado de 9 pies y
con una capacidad de carga de 180 toneladas métricas, es un barco camaronero
que fue habilitado para la expedición. En una época de veda para la pesca de
camarones y langostas, el alquiler del bote para la expedición constituyó una
buena oportunidad para mantenerlo ocupado.
El puesto de
mando, daba una buena impresión con equipos modernos de navegación marítima. Al
inicio de nuestra partida había una comunicación periódica entre los dueños del
bote y su capitán.
En la cubierta
iban dos lanchas (una con motor fuera de borda y otra con remos) con capacidad
para 6 personas; también iban 24 tubos para buceo y unos 4 equipos de
salvavidas unipersonales.
Detrás de la
cocina, se instalaron 12 literas en las cuales los viajeros colocaron sus
pertenencias. El calor del motor del bote y del cuarto de cocina provocaba un
ambiente insoportable que dificultaba la dormida en las literas. Junto al baño
estaba un cuarto donde iba una cama que fue ocupada por Nurit.
La tripulación
del bote estaba integrada por Sandy, el Capitán; Randy el Ayudante del Capitán
y Michael, el Cocinero. Al caer la noche, cruzamos el estrecho entre Roatán y
Guanaja y el Capitán Ron enfiló directamente hacia el Este, hacia Islas del
Cisne, la Isla Misteriosa descrita por Simón Zacarías en donde supuestamente se
encuentra escondido un tesoro multimillonario, resultado del naufragio del
Galeón San Roque hace casi 400 años, en 1606.
El manto de la
oscuridad, cobró las antojadizas formas de la mente de quien divisa un
horizonte inmensamente espectacular. Es la sensación de ver sin mirar.
En el curso de
nuestra travesía, los efectos de un frente frió en el Golfo de México empezaron
a hacerse sentir en la alfombra verde- azul por donde se deslizan las
embarcaciones y que conforman las aguas del Mar Caribe Hondureño. El bote
empezó a moverse sistemáticamente de proa a popa y viceversa. El movimiento se
hacía cada vez más intenso a medida que avanzábamos lentamente en contra de la
fuerza de las corrientes marinas y los vientos.
Michael
solícito, nos ofreció cena. Casi nadie de los viajeros se la aceptó. La mayor preocupación del grupo en aquellos
momentos era cómo controlaba cada uno el mareo, el que empezó a hacer fuertes
efectos en Mati, que llegó a un punto de deshidratación tal que tuvo que
aplicársele suero. Del grupo de 13 viajeros, probablemente sólo tres se
salvaron de expeler todo lo que tenían en su estomago a las profundas aguas del
mar que íbamos atravesando. Nurit nos recomendó después, que el secreto para no
marearse consistía en tomar una pastilla de Dramamine cada 4 horas, según
prescripción de su esposo que es médico.
Sandy nos
recomendó a los más afectados por el mareo que tratáramos de mantenernos
acostados. Desde algunas tarimas se divisaba la cubierta y se veía como el bote
constantemente hacia reverencias al mar al mejor estilo de un saludo japonés.
En la mañana
siguiente, el día 2 de marzo, la mayoría de los viajeros estábamos aún
afectados por el mareo y rehusamos tomar el desayuno y el almuerzo,
solícitamente ofrecido por Michael.
Durante la
travesía, de vez en cuando, el ensordecedor sonido del motor del bote era
superado por la algarabía de los viajeros que pescaron algunos ejemplares que
cayeron al picar la carnada señuelo. Los pescados de entre 20 y 30 libras, nos
reaseguraban el eventual abastecimiento de alimentos para nuestra estadía en
las islas y el viaje de regreso.
Durante
nuestro viaje de ida no encontramos una tan sola embarcación navegando en
nuestras cercanías. Nuestro viaje hacia las islas fue completamente solitario.
Alrededor de
las 15:00 horas divisamos las Islas del Cisne. Una sensación de alivio se
apoderó de todos los miembros de la expedición. Sustituiríamos la superficie
movediza de las aguas del mar por la tierra firme de la isla.
Habíamos
cumplido la primera parte de nuestro objetivo: llegar a la Isla Misteriosa de
Simón Zacarías.
El proceso de
desembarco tomó alrededor de una hora. Sandy se negó atracar en el muelle que
la Fuerza Naval Hondureña utiliza para amarrar sus barcazas. Prefirió quedarse
a unos dos kilómetros de la costa y anclar el bote ahí.
Frente a la
costa nos esperaban seis guarda maestres y marinos de la Fuerza Naval Hondureña
al mando del teniente de marina López, quienes nos ayudaron a cargar nuestras
pertenencias hasta la casa que utilizamos como aposento durante nuestra estadía
en la Isla Grande. Nuestras débiles fuerzas apreciaron la buena voluntad y
cooperación de los elementos navales. Nuestra casa-hotel fue facilitada por Elmer,
el cuidador de la casa, propiedad de Norma Jeen, una dama de Gran Caimán viuda
de un ciudadano hondureño, quien le ofreció retornar en un mes. Elmer tenía a
nuestro arribo 4 meses de esperarla.
La
distribución del grupo y nuestras pertenencias en la casa de Norma Jeen fue
hecha por Leo y Jorge. Cuatro viajeros tuvimos el privilegio de disponer de una
cama. El resto instaló sus hamacas o simplemente colocó sus bolsas de dormir en
el suelo de madera.
Parte II. Estadía
en la Isla.
La casa de
madera color verde en donde nos alojamos está en buenas condiciones. Consta de
unos 100 metros cuadrados distribuidos entre una sala, un dormitorio y un
cuarto de baño que casi nadie utilizó.
Rodeando tres cuartas partes de la casa se encuentran corredores de unos
cincuenta metros de ancho. En la otra
cuarta parte se encuentra un tanque con capacidad de 10,000 galones de agua, en
donde se recoge el agua lluvia que se utiliza para el aseo de la casa que no
dispone de electricidad. La entrada principal de la casa estaba cerrada con
llave y teníamos que acceder al interior por la parte lateral izquierda de la
casa, por la puerta del baño.
El sábado por
la noche, mientras cenábamos la comida que había traído Randy, desde el barco alrededor
de una fogata, Leo dio las instrucciones al grupo de lo que haríamos al día
siguiente con asignaciones para cada uno.
Las Islas del
Cisne geográficamente son parte de Islas de la Bahía y política o
administrativamente lo hacen parecer como formando parte del Departamento de
Gracias a Dios. La distancia es de 180 Kilómetros.
desde Punta
Castilla, de donde depende el apostadero naval de las islas,
Las dos
pequeñas islas, como porciones terrestres importantes del archipiélago, son
regularmente planas, separadas por un canal de 37 metros de ancho y 6 de
profundidad.
Las islas se
encuentran a 18 metros sobre el nivel del mar y tienen vegetación arbustiva,
pudiéndose cultivar en ellas frutos tropicales. Carecen de agua corriente, la
cual es obtenida por medio de pozos y cisternas.
Gran Cisne
tienen 4 kilómetros de este a oeste y su mayor anchura es de un kilómetro.
Cerca de ella se encuentra el Cayo Booby, un peñón de unos 50 metros cuadrados.
Pequeño Cisne es más abrupta y mide 1.9 kilómetros de extensión. Ambas islas
son salubres. En la vegetación se pueden encontrar árboles como el fustete,
palo de mora o uva de playa y cocoteros. Entre su fauna terrestre están
palomas, patos, pájaros bobos garzas, pelícanos y entre la fauna marina la tortuga
carey, peces, camarones y langostas. También pueden encontrarse ballenas,
tiburones, pez martillo y otras especies marinas de gran tamaño.
Las islas
fueron descubiertas por Cristóbal Colón en 1502 y durante los siglos XVII y
XVIII por los barcos que cruzaban el mar y que se detenían en las islas para
hacer reparaciones. Los piratas las usaron ocasionalmente como base de
operaciones. Nunca hubo población indígena.
En 1857 un
ciudadano estadounidense, desembarcó en las islas y las proclamó para los
Estados Unidos; desde entonces ese país mantuvo dominio sobre ellas, ya fuera a
través de personas particulares de aquella nación o a través de la United Fruit
Co., que mantuvo una estación de radio. En 1960 una estación comercial, llamada
Radio Swan, fue establecida en las islas.
Existe una
pista de aterrizaje de 1,200 metros y un muelle de unos 50 metros en Gran
Cisne.
Las islas
fueron entregadas al Gobierno de Honduras por los Estados Unidos en 1972.
El domingo 3
de marzo, Randy hizo tres viajes en lancha para trasladar a todo el grupo con
su respectivo equipo desde la Isla Grande, hasta el bote en donde desayunamos.
Una vez todos en el bote, Leo indicó a Sandy, buscar un lugar en la Isla
pequeña para establecer el campamento de exploración.
Sandy encontró
que el lugar más apropiado para el bote y el traslado en lancha, estaba ubicado
en la parte NE de la isla pequeña entre unas rocas y riscos coralinos. El lugar
escogido, constituyó el campamento de la expedición para los siguientes 5 días.
Leo distribuyó
la búsqueda en dos partes: el grupo de tierra integrado por Dror, Peter,
Atilio, Sergio y Jorge; y el grupo de buceo compuesto por el propio Leo, Mati,
Amos Asaf, Bruce y Dori. En el
campamento quedaron para asuntos logísticos y de observación, Nurit y Daniel.
El primero en
movilizarse hasta la superficie de la Isla pequeña fue Jorge. Jorge, machete en
mano fue abriendo brecha la que después utilizó el grupo de tierra.
A pocas horas
de iniciada la búsqueda, el grupo de tierra con sus respectivos detectores de
metales se subdividió en dos: Bruce y Peter, por un lado; Sergio y Atilio por
otro.
Cuando Randy
hizo su último viaje al campamento en la mañana, se le indicó que debía traer
el almuerzo a las 13:00 horas. Su puntualidad fue inglesa.
Durante el
almuerzo, tanto el grupo de buceo como el de tierra, comentaron sobre lo que
habían encontrado y las mejores formas para continuar la búsqueda hasta las
15:00 horas, cuando Randy vendría de nuevo a buscar a todo el grupo para ir al
bote y luego a la Isla Grande.
De regreso a
nuestro alojamiento temporal, ubicada en el extremo NO de la isla grande, se
encendió de nuevo la fogata para alrededor de ella conversar de lo acontecido
en el primer día de exploración. La cena
llegó a las 18:00 horas, tal como se había convenido con Randy. La noche permitía ver sin telescopio, las
principales estrellas y constelaciones de nuestro sistema solar, así como,
algunos satélites.
Parte III. La
Intriga del Tesoro
El lunes el
grupo se levantó temprano; se trasladó al barco y luego al campamento en la
Isla Pequeña para continuar la exploración. Daniel se quedó en la casa de la
Isla Grande y aprovechó para leer un libro escrito por un exjefe de las Fuerzas
Armadas Argentinas de apellido Balza, quien cuestiona fuertemente el desempeño
de las fuerzas armadas de ese país por su inclinación a la
inconstitucionalidad; la guerra sucia, que causó centenares de desaparecidos;
el desastre de la aventura de la Guerra de Las Malvinas; y la corrupción de la
cúpula castrense.
Leyendo al
General Balza uno se explica el porqué un país como Argentina con una dotación
envidiable de recursos naturales; un capital humano altamente preparado y que
en la década de los años 1940-1950, estaba dentro de las 10 primeras economías
a nivel mundial, hoy sufre una crisis económica y social sin precedentes.
Elmer contó a
Daniel, detalles adicionales sobre Norma Jeen. Aparte de la casa en la que nos
hospedamos, ella es propietaria de unas 200 cabezas de ganado vacuno que
sobreviven de manera silvestre en la Isla Grande ya que nadie se encarga de su
manejo.
Como una
especie de quid pro quo entre Norma y el resguardo de marinos, éstos tienen
derecho a sacrificar y consumir una res por mes. De vez en cuando, un hijo de
Norma que reside en Guanaja llega en una barcaza para sacrificar y llevarse la
carne de unas 20 cabezas de ganado.
Norma la
caimanesa, suele quedarse solitaria en su casa ocasionalmente por períodos
hasta de cuatro meses. Habla muy poco con el resguardo marino o su cuidador,
pero les ha contado que a veces mantiene “conversaciones” con su difunto
marido.
Por la tarde
alrededor de las 18:00 horas, parte del grupo explorador retornó a la Isla
Grande. Bruce, Atilio y Sergio decidieron dormir en el bote. De nuevo, se
encendió la fogata, cenamos y conversamos. Se habló de los avances que los
distintos grupos de tierra y agua habían realizado en términos de área,
buscando el tesoro. Leo, resaltó su
admiración por Ernesto Hemingway por su versatilidad como combatiente de la
Guerra Española de 1936 -1939; su vida de bohemio; su calidad de escritor; y su
inexplicable decisión de acabar por si mismo con su vida.
En algún
momento de la conversación Leo preguntó al grupo sobre lo que pensaba con su
parte del tesoro que se estaba buscando. Cada uno dio su opinión que se movió
desde el pesimismo de algunos hasta el optimismo de otros. A Leo le llamó la
atención dos respuestas (Jorge y Amos), que apuntaban en la dirección de que el
mejor tesoro es la amistad.
Dos personas
del grupo, durante nuestra travesía a la Isla y recién llegados a la misma,
habían manifestado un interés inusitado en cuáles serían algunos términos a los
que había que sujetarse en caso de que se encontrase el tesoro. A una de ellas,
por ejemplo, le interesaba saber qué porcentaje le correspondería al Gobierno.
Jorge le explicó que todas las riquezas que se encuentran en el suelo, el
subsuelo, en el mar y en el espacio aéreo del territorio hondureño son
propiedad del Estado de Honduras. A la otra, le preocupaba la forma en que se
distribuiría el tesoro, entre los miembros del grupo.
La persona
interesada en el porcentaje al Gobierno tenía alguna razón para interesarse en
tal detalle. Aparte de ser un experimentado buscador de tesoros, él contó al
grupo que, en una visita previa a la Isla, contrató a alguien por el lapso de
un año y esta persona encontró un Galeón del cual tomó varios cañones y nunca
más lo ha vuelto a ver. Sin embargo, él considera que el hallazgo de su
contratado es un indicio de que el San Roque puede estar en las cercanías de
las Islas del Cisne y ratificó su determinación de buscar el tesoro hasta que
lo encuentre.
La noche del lunes,
súbitamente, se desató un temporal en los alrededores de las Islas. En la
mañana del martes las olas salpicaban el muelle de la Fuerza Naval. El mar
estaba embravecido. En comunicación por radio con Sandy, él indicó el inconveniente de enviar a Randy por nosotros o siquiera, remitirnos el
desayuno.
Había que ahorrar energías y agua, por lo que la mayoría del equipo se
dedicó a descansar.
El martes, estaba previsto sacrificar un animal para hacer un asado en la
cena. Leo, con un certero de fusil, eliminó la res escogida. Jorge y Leo se
encargaron del sacrificio y parte del equipo con ayuda de los marinos trajeron
cerca de la casa, las partes del animal sacrificado.
Al mediodía mejoraron las condiciones del tiempo y Randy pudo traernos el
almuerzo y agua. Con él llegaron Bruce, Atilio y Sergio.
En la tarde, para la cena, Jorge y Leo prepararon la carne y Jorge se
encargó de asarla. Hubo filete para todo el grupo, para los marinos, para Elmer
y para la tripulación del Capitán Ron y todavía sobró. Esa noche, algunos
miembros del grupo empezaron a cantar las canciones que recordaban. Las notas
de las melodías que entonaban se subían en las ondas de la brisa del mar y se
perdían en el viento. En todo caso sólo teníamos como auditorio a los marinos
de la naval y a 200 cabezas de ganado, que echaban de menos a un miembro de su
manada.
La ambición, la codicia y la mezquindad, pueden transformar a una persona y
desnudar sus más bajas pasiones. La persona interesada en la forma cómo se
distribuiría un tesoro que esperaba encontrar en 6 días de búsqueda, parecía
ser la mejor documentada e hizo algunos sondeos entre algunos miembros del
grupo para despertar e identificar su grado de interés en caso de que el tesoro
fuera encontrado. En su desesperación porque el tiempo corría y el famoso
tesoro de Simón Zacarías no aparecía, llegó a indicar que él tenía la historia
verdadera y por tanto sabía donde estaba el tesoro.
Su hipótesis se basaba en algunos mapas que andaba consigo y que según
decía habían sido elaborados por Zacarías. Uno de los mapas hacía aparecer a la
Isla Grande, cruzada por un río llamado del Oro. Pero también, daba la
impresión de que el mapa se refería a la Isla Grande y su prolongación, el Cayo
Booby.
Lo anterior, planteado a mitad de la duración de la expedición provocó una
agria discusión con su interlocutor, que se exacerbó por su exagerado y
evidente apetito mezquino de guisar la liebre antes de cogerla.
El miércoles, jueves y viernes la
búsqueda de los exploradores se concentró en el Cayo Booby, algunas cuevas de
la Isla Pequeña, y Jorge y Daniel se dedicaron a buscar una depresión en la
Isla Grande que pudiera corresponder a la desembocadura del Río del Oro. En el
trayecto de ida y vuelta que realizaron en dos días diferentes, se concentraron
en ubicar lugares más apropiados para un proyecto turístico. Se tomaron
fotografías a potenciales instalaciones de esparcimiento y equilibrio
ecológico.
El jueves, dando vueltas en el bote por la Isla Grande pescamos un pez tuna,
el cual de nuevo fue preparado por Leo y Jorge. Durante la cena, nos dedicamos
a cantar canciones nostálgicas de despedida. Durante una de las pausas entre
canto y canto, escuchamos el mugido de un vacuno. Nos quedó la duda, sí nos
animaba a que siguiéramos rompiendo el silencio de la noche o nos pedía, que nos
calláramos.
Parte IV.
El Retorno.
El viernes 8
de marzo del 2002 a las 14: 30 el bote Capitán Ron inició el viaje de regreso a
Roatán. La tripulación nos adelantó que haría buen tiempo. Nadie se mareó en
las 20 horas de travesía de regreso.
Atrás
quedaban, el tesoro enterrado de Simón Zacarías según su declaración (37 barras
de oro de 21 cm. de largo por 3.5 cm. de ancho; tres cadenas muy grandes de
oro; 53 piedras preciosas; 550 barras de plata; 160 cajas de monedas-con 2000 ó
3000 monedas por caja; 13 cajas con barras de oro y 3 bloques de oro que
pesaban 46 Kilogramos cada uno).
El mejor
tesoro que traía cada uno, venía encerrado en el baúl de sus recuerdos de la
experiencia en la expedición.
La gran
cantidad de horas grabadas por Dror bajo la dirección de Nurit, que serán
editadas y eventualmente transmitidas por la Televisión Israelita.
El contacto
solitario y reflexivo con la naturaleza. Las bellezas multicolores que esconden
los arrecifes, las cuevas y las aguas verde azuladas que Leo, Mati, Dori, Asaf
y Amos, tuvieron la oportunidad de admirar y filmar.
La gran
cantidad de datos que Peter, el Geólogo del grupo pudo recabar, al mismo tiempo
que compartía el delicioso sabor de sus chocolates. La determinación de Bruce
de encontrar el tesoro de Simón Zacarías. La capacidad de trabajo de Sergio y
el loable amor que su padre le devota.
Para Jorge y
Daniel queda el sueño de encontrar otro tesoro en las Islas del Cisne,
desarrollando un proyecto ecoturístico.
Además, permanece,
como Jorge y Amos anticiparon en su momento, el tesoro de la amistad, la
camaradería, la solidaridad y la cooperación mutua que el grupo manifestó en
una breve expedición, compartiendo juntos.
Antes de
atracar en el muelle de Roatán, Ron el hijo de John llegó en una lancha rápida
para que Dror filmara el arribo de una aventura.
Al mirar el
horizonte, unas nubes ligeras daban forma a un hombre con una sonrisa
sarcástica dibujada en su rostro. Era la
sonrisa de Simón Zacarías…