En 1968, el médico psiquiatra Dr. Francisco León Gómez escribió un artículo que denominó Síndrome del Padrastro, Revista Médica Hondureña, http://www.bvs.hn/RMH/pdf/1968/pdf/Vol36-1-1968-6.pdf en el que resaltaba la violación de hijastras por parte de los padres no biológicos que sustituían la figura paternal en los hogares, aparte de otros efectos nocivos de la disfunción familiar fundamentada en la irresponsabilidad del varón. Para el Dr. León Gómez (QDDG), padre, “conlleva funciones determinadas de protección, manutención, apoyo físico y moral a la madre y la prole, que si no son llenadas en mayor o menor grado determinan una serie de acontecimientos desafortunados para los hijos (enfermedad, maltrato, deprivación afectiva, etc.) y eventualmente termina con la deserción del hombre del hogar.”
En su análisis sobre el tema, basado en una pequeña
muestra (148), reveló que los menores presentaron problemas de conducta
irregular —hurto, prostitución, rebeldía y deserción escolar; y que necesitaron
asistencia social o ayuda de instituciones. El objeto del estudio fue valorar
el número de casos en que las menores sufrieron abuso sexual por el padrastro,
y las consecuencias patológicas para la familia, y la conducta de la menor.
Las causas que favorecen este tipo de patrón familiar en Honduras
indicó el estudio, “son la ignorancia, pobreza, y falta de medios de vida para
el individuo casi analfabeto; el síndrome social de violación de una menor por
su padrastro desencadena en casi todas ellas cambios de conducta antisociales,
o exagera rasgos disociales previamente existentes.”
En más de cinco décadas transcurridas, los problemas que
reveló la investigación del Dr. León Gómez se han exacerbado. Aparte de los abusos
que sufre la madre y los hijastros, ahora la violación se ha extendido a los
niños varones y el delito ha escalado a feminicidio e infanticidio.
El Observatorio de la Violencia de la
Universidad Nacional Autónoma del Honduras informó que durante el 2021 en el
país se asesinaron a 318 mujeres, lo que equivale a una muerte
violenta o feminicidio cada 27 horas y 33 minutos en el país; y el Centro
de Estudios de la Mujer (CEMH) indica que en los últimos 12 años (2009-2020) 5,456
mujeres han sido asesinadas. Los femicidios en promedio anual antes de 2009
eran de 222 y después de ese año 454 promedio anual en los últimos 12 años. En ambos casos no todas las muertes han sido provocadas por la pareja. Se
suma, la delincuencia común.
El tema de la violencia contra las
mujeres y los niños, particularmente en el ámbito familiar requiere de la
atención esmerada y urgente de parte del estado hondureño. Una sólida política
de protección a estos grupos vulnerables exige la acción de las Secretarías
de Educación y Salud, así como todo el estamento institucional público y
privado que intervienen en el sector social. Disposiciones legales que protejan
la familia y aumento de penas para los delincuentes pueden contribuir a detener
la hemorragia, alimentada por la impunidad en gran parte de los casos.
Mucho más allá del síndrome de un abusador en casa, mujeres y niños en Honduras pueden encontrar que en lugar de la ‘figura
protectora’ que deberían contar en su hogar lo que tienen es efectivamente un
monstruo violador y asesino, que, esgrimiendo las causas más pueriles, en todo
momento provoca traumas; se convierte en su déspota verdugo y eventualmente puede
ser el causante de una muerte prematura.