martes, 31 de mayo de 2016

TEATRO DEL CRIMEN

La corrupción es una obra de teatro continuado que se exhibe de manera interminable.  Constituye una comedia para sus actores principales, secundarios y tramoyistas. Indefectiblemente, esa comedia se transforma en tragedia para los espectadores que son afectados directamente como resultado de los actos corruptos.
El guion de la obra es invariable. Sólo es objeto de ciertos ajustes usualmente facilitados por avances tecnológicos. La trama es la misma, desde que los actores descubrieron que se trataba de un crimen que podía cometerse sin preocuparse mucho por el castigo. Al menos en ciertos contextos.
Los actores de la obra no fueron a escuela de teatro alguna. Aprendieron sus habilidades en donde nacieron y se criaron. Con sus parientes, amigos, camaradas, compañeros de estudio o de trabajo. Como en cualquier otra conducta criminal, el corrupto tiene que contar con la predisposición y la determinación de realizar su tarea. No importa quien caiga.
La sala de este teatro carece de un lugar fijo, determinado. Inexplicablemente, la obra se desarrolla en los camerinos, no en el escenario. Pasillos, vestidores, bastidores y baños son los lugares escogidos por los actores para desarrollar la obra.
El actor principal y los actores secundarios de la obra saben que el éxito continuado de la misma, depende entre otras, de algunas premisas básicas:
  1. Valores morales precarios de la población en general.
  2. Marco legal ornamental: Constituciones, convenios internacionales, códigos, leyes, reglamentos, resoluciones y manuales. Todo un marco normativo creado para combatir la corrupción, que no se aplica. Al contrario, se crean normas para estimularla. Dentro de esta última categoría, los decretos y resoluciones para compras de emergencia.
  3. Marco institucional sometido: poderes del estado, secretarías de estado, alcaldías, gubernaturas, auditoras, fiscalías, observatorios, comisiones, comisionados.
  4. Marco financiero deficiente: magros recursos para las entidades anticorrupción.
  5. Operadores de justicia dependientes.
  6. Aparato mediático desorientador.
  7. Sistema poco transparente de la función pública y privada.
  8. Licitaciones no competitivas u oscuras.

Entre pequeños y grandes actos, la obra continúa. Los supervisores, inspeccionan de espaldas al escenario o a un telón caído. A diferencia del resto de los crímenes, los investigadores eluden los motivos, los instrumentos y las víctimas. En lugar de buscar la verdad, la encubren. De esa manera, los actores continúan desarrollando la obra a sabiendas que habrá un rezago temporal entre el momento del acto y para cuando los espectadores se percaten de su verdadera trama.



domingo, 29 de mayo de 2016

Cultura del Atajo

CULTURA DEL ATAJO
Se trata de una conducta que envuelve una serie de actitudes ante la vida y ante los demás. Subyace en ese comportamiento, una combinación de resistencia a seguir las reglas; la prisa por culminar etapas; el diferimiento a iniciar, continuar o culminar una tarea específica; la tendencia a concluir productos a como dé lugar; y la escasa inclinación en la búsqueda de la perfección.
En la vida estudiantil, la cultura del atajo trata de obtener calificaciones y resultados pretendiendo hacer trampa en los exámenes, copiar escritos sin referirlos o plagiar trabajos de tesis.
En el ámbito profesional y de negocios, consiste en ascender la escalera laboral y empresarial sacudiéndose la competencia con acciones desleales y primitivas; entregando productos y resultados inconclusos o incompletos y de calidad precaria. Abrazar la corrupción o coludirse con el delito y el crimen para acumular riquezas a la mayor velocidad posible, apegado al principio: “entre más alto es el riesgo, mayor es el retorno”. Y menospreciar las consecuencias.
Como peatón o conductor, ignorar los puentes peatonales, los pasos de cebra, las aceras y las medidas más elementales de precaución para evitar ser atropellados. El irrespeto de los conductores por las colas, los sitios de estacionamiento prohibidos, la altura y anchura de los pasos a desnivel y de los túneles, la capacidad de peso de los puentes, las líneas amarillas continuas, los semáforos y cualquier señal que indique condicionamiento al comportamiento racional.
La cultura del atajo es la práctica de priorizar lo inmediato por lo permanente; lo inseguro por lo garantizado; lo ilógico por lo inteligente; la angustia por la tranquilidad; la muerte por la vida, que al final, con paciencia, permite transitar infaliblemente la distancia entre dos puntos.