La difusión de noticias ahora con la
adaptación de los medios al reporte en vivo y en tiempo real más las
plataformas de redes sociales, sin duda, causa mayor impacto que el que solía ocasionar
cuando los informes estaban basados fundamentalmente por lo publicado por los
diarios escritos.
La calificación de las noticias
constituye un asunto relevante de los medios responsables, que, en el caso de
la televisión, incluso advierten anticipadamente a la presentación de imágenes
fuertes. En el otro extremo, persiste la inclinación amarillista de algunos
medios y en el caso de ‘reporteros’ aficionados de las redes sociales, la ‘mala
noticia’ prácticamente constituye el expediente preferido.
El
psicólogo inglés Graham Davey, especializado en los efectos colaterales de la
violencia en los medios, asevera que las malas noticias pueden ser causa de estrés, ansiedad, depresión e incluso
trastorno de estrés post traumático.
Tanto
en el campo colectivo como individual, se pretende asociar el carácter de las
noticias con ciertos temas e incluso profesiones. Constituye una conducta
evasiva, segregar de la información aquello con connotaciones que choca con las
expectativas exclusivamente positivas del público. En economía, medicina,
derecho, ecología, ingeniería, etc. los consumidores de información se
encontrarán con noticias buenas y malas.
Por ejemplo,
así como es impropio exagerar la naturaleza de una mala noticia, tampoco sería responsable
para un profesional de cualquier rama del conocimiento, eludir la comunicación
de la verdad en cuyo caso, puede conducir, dependiendo de la gravedad del
problema, a sesgar una realidad que permitiría prever mayores daños.
La
angustia de expectación, la ansiedad y otros trastornos contribuyen a la percepción
personal y general que se obtenga de un evento catastrófico, que sencillamente constituye
parte de los retos que se enfrentan durante la existencia. La resiliencia
contribuye a desafiar y asimilar las situaciones negativas.
De
hecho, la tendencia a ser afectado por noticias negativas acontecidas o
esperadas, puede ser parte de una mentalidad fatalista. Sí el evento no ha
ocurrido lo que cabe es anticiparse a que no suceda.