Los gobiernos disponen de políticas como instrumentos
para alcanzar objetivos de crecimiento, estabilidad y empleo. Cuando un país
carece de planes de mediano y largo plazo, sus previsiones se reducen a
supuestos de corto plazo, plasmados en el presupuesto nacional y en programas
anuales de las instituciones rectoras de temas aislados de política. La
ausencia de planificación invita a la improvisación y al despilfarro.
Es posible contar con elementos de coordinación,
usualmente denominados gabinete económico o sectoriales, pero ello no
necesariamente garantiza la cohesión y el alineamiento de los instrumentos
hacia la consecución de los objetivos que se pretende alcanzar.
Aún cuando el ejecutor de las políticas es el gobierno
nacional y local, sus instrumentalizadores constituyen agentes económicos
privados.
Las principales políticas en materia económica que
utiliza el gobierno son la fiscal y la monetaria. En el ámbito fiscal
interviene lo concerniente a los ingresos tributarios y el gasto público que
están reflejados en los presupuestos nacionales y locales anuales. La política
monetaria se entiende fundamentalmente de la masa monetaria, las tasas de
interés y el tipo de cambio.
Las políticas no cuentan con el mismo nivel de
aplicación y efectividad. Al respecto, intervienen la capacidad y voluntad del
gobierno, así como el volumen de la población meta objetivo de la política.
Para el caso, los subsidios para estimular la producción y el empleo resultan expeditos,
pues se trata de un reducido número de recipientes. Lo contrario sucede cuando
los subsidios y servicios públicos están dirigidos a millones de beneficiarios
a los cuales es materialmente difícil alcanzar por los costos, procedimientos,
logística y personal encargado de proveerlos.
Un escalón inmediato a las políticas macro son las políticas
sectoriales vinculadas con la agricultura, industria, energía, transporte,
turismo, vivienda, etc. Y al igual que en el caso de los temas globales se
presenta de nuevo el balance de lo que reciben los agentes económicos privados,
versus lo que éstos aportan y el cálculo individual del costo/beneficio.
Cuando existe una brecha significativa entre lo que el
gobierno demanda y los que devuelve a los ciudadanos, ese déficit se cierra dolorosamente,
con una población enferma, proclive a la muerte por falta de atención de salud;
con una niñez y juventud sin oportunidades futuras por falta de educación; y con
costos no competitivos en la producción de bienes y servicios por una
infraestructura deficiente.
Y, aun cuando se planteen medidas de alivio al
problema del ingreso, el término ilusión monetaria define perfectamente el
espejismo que significa un aumento nominal de los ingresos personales, cuando
tal incremento es absorbido por las alzas de precios de los bienes y servicios
y las devaluaciones cambiarias.
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