domingo, 12 de octubre de 2025

BRECHAS DE OPORTUNIDAD

 Luego de más de 100 años de rivalidad incluyendo guerras civiles, en Honduras, los denominados partidos “tradicionales”, adjetivación utilizada por Libre como peyorativa, con la propia actitud mezquina y ambiciosa de sus dirigentes concedieron espacio con sus acciones, para perder el poder poniendo en peligro el menoscabo total de la democracia y la libertad.

El Partido Liberal de Honduras ha sido madre nodriza del mismo Partido Nacional e incluso de Libre, donde Mel Zelaya Coordinador General de Libre militó al menos 38 años de su existencia.

Tanto el Partido Nacional como Liberal se ubicaron en la denominada derecha con una diferencia: la inclinación de los liberales por las cuestiones sociales fue refugio de los movimientos izquierdistas desde la creación del primer Partido Comunista el 1 de mayo de 1922. Hitos que revelan cierta coincidencia entre el Partido Liberal y el Comunista se vinculan a la huelga general de los trabajadores bananeros de 1954 que flexibiliza la política laboral del Partido Nacional y acelera la emisión del Código de Trabajo el 1 de junio de 1959. Luego se emitió una Ley de Reforma Agraria y se creó el Instituto Hondureño de Seguridad Social.

 La consistencia del Partido Liberal en su ubicación se acentúa en 1965 cuando el sector “izquierda democrática”, relacionada con grupos empresariales del Norte del país y el pujante movimiento obrero de la Costa Norte. desplazó al Movimiento Rodista (Modesto Rodas Alvarado) del Central Ejecutivo del Partido Liberal. La inconsistencia de algunas figuras empresariales que empujaron al Partido Liberal se visualizó cuando a medida que fueron creciendo, no dudaron en tornarse tan conservadores como sus oponentes del Partido Nacional al oponerse a la creación de sindicatos en sus propias empresas.

Esas alianzas “público-privadas” fueron antecedentes de aquello que los cooperantes internacionales y empresarios nacionales identificaron como un esquema opcional a la prevalencia que tomaron las empresas públicas a partir de las reformas sociales que iniciaron entre 1957-1963 y se acentuaron con los gobiernos militares entre 1972-1980.

La noción de poderes fácticos (banca, iglesias, medios de comunicación, etc.) comienza a consolidarse a medida que las alianzas con el poder político se convierten en apalancamiento para sus propios objetivos de poder, hasta llegar a motivar la no tan reciente intervención de grupos ilícitos organizados que lograron introducirse dentro de los partidos políticos en los niveles municipal, legislativo, ejecutivo, los operadores de justicia, la seguridad  y todo ente público que les permita asegurar su libre accionar en los negocios con el gobierno, la acumulación de riqueza y la garantía individual y de sus actividades. Y la mayor perversión de lo “fáctico” fue encontrar la convergencia de interés entre algunos de ellos para acelerar con su avaricia la mayor acumulación de riqueza en el menor plazo posible despreciando los riesgos.

Las empresas públicas como CONADI y COHDEFOR que cedieron a la corrupción y hasta los intentos de economía mixta: Banco de Los Trabajadores, Banco de las Fuerzas Armadas y Banco Hondureño del Café, terminaron en control privado en su ciclo de transición de lo público a privativo de quienes estuvieron en posición de adquirirlos con bonos de conversión de deuda o sencillamente a precios irrisorios. El Consenso de Washington con su pilar de privatización y los organismos financieros internacionales sugiriendo y condicionando su conveniencia, desmantelaron la posibilidad de democratizar el capital por la vía del Estado empresario que mostró y demostró ineficiencia, exceso burocrático y abuso de los sindicatos entre otros males. Costa Rica, conserva pública su ICE, eléctrica y telefónica.

Aunadas a la acumulación y la desigualdad surgió la contrapartida del Estado benefactor a través de bonos por género, edad, sector económico, etc. que no lograron escapar a la corrupción sistémica ni paliar la urgencia creciente de empleo e ingreso de una población creciente que encontró como solución desesperada la válvula de la emigración ilegal.

Dos dirigentes del Partido Liberal, uno expresidente y el otro candidato a la presidencia que conocían de cerca de Mel Zelaya, advirtieron del peligro de este en las altas esferas del poder político de Honduras. De hecho, el mismo Zelaya ha confesado en privado ser apasionado de las mieles del poder.  Hoy, en Honduras se repite una encrucijada que se creyó superada en 2009.