La corrupción es una obra de teatro
continuado que se exhibe de manera interminable. Constituye una comedia para sus actores
principales, secundarios y tramoyistas. Indefectiblemente, esa comedia se
transforma en tragedia para los espectadores que son afectados directamente
como resultado de los actos corruptos.
El guion de la obra es
invariable. Sólo es objeto de ciertos ajustes usualmente facilitados por
avances tecnológicos. La trama es la misma, desde que los actores descubrieron
que se trataba de un crimen que podía cometerse sin preocuparse mucho por el
castigo. Al menos en ciertos contextos.
Los actores de la obra no fueron
a escuela de teatro alguna. Aprendieron sus habilidades en donde nacieron y se
criaron. Con sus parientes, amigos, camaradas, compañeros de estudio o de
trabajo. Como en cualquier otra conducta criminal, el corrupto tiene que contar
con la predisposición y la determinación de realizar su tarea. No importa quien
caiga.
La sala de este teatro carece de
un lugar fijo, determinado. Inexplicablemente, la obra se desarrolla en los
camerinos, no en el escenario. Pasillos, vestidores, bastidores y baños son los
lugares escogidos por los actores para desarrollar la obra.
El actor principal y los actores
secundarios de la obra saben que el éxito continuado de la misma, depende entre
otras, de algunas premisas básicas:
- Valores morales precarios de la población en general.
- Marco legal ornamental: Constituciones, convenios internacionales, códigos, leyes, reglamentos, resoluciones y manuales. Todo un marco normativo creado para combatir la corrupción, que no se aplica. Al contrario, se crean normas para estimularla. Dentro de esta última categoría, los decretos y resoluciones para compras de emergencia.
- Marco institucional sometido: poderes del estado, secretarías de estado, alcaldías, gubernaturas, auditoras, fiscalías, observatorios, comisiones, comisionados.
- Marco financiero deficiente: magros recursos para las entidades anticorrupción.
- Operadores de justicia dependientes.
- Aparato mediático desorientador.
- Sistema poco transparente de la función pública y privada.
- Licitaciones no competitivas u oscuras.
Entre pequeños y grandes actos, la obra continúa. Los
supervisores, inspeccionan de espaldas al escenario o a un telón caído. A
diferencia del resto de los crímenes, los investigadores eluden los motivos,
los instrumentos y las víctimas. En lugar de buscar la verdad, la encubren. De
esa manera, los actores continúan desarrollando la obra a sabiendas que habrá
un rezago temporal entre el momento del acto y para cuando los espectadores se
percaten de su verdadera trama.
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