Dios envió a su hijo Jesucristo para redimir la humanidad. Al tercer día de crucificado, lo rescató para conducirlo a su seno. Han transcurrido 2022 años y sus enseñanzas han contribuido a la construcción de valores éticos y espirituales que sustentan las buenas acciones individuales, colectivas, de naciones y del mundo como un todo.
“Amaos los unos a los
otros como yo os he amado”, hace inferir que la fundamental razón de la
presencia de Cristo en la tierra era reducir el conflicto intrínseco de la
naturaleza humana.
A lo largo de dos milenios
han existido redentores de todo tipo. Con buenas y malas intenciones. Y la
vocación por apropiarse del monopolio de la verdad ha elevado el nivel del
conflicto entre los seres humanos y la desesperación por el poder se ha
extendido hacia la fuente de vida que constituye la naturaleza, el planeta que
habitamos.
Históricamente la economía
se fue construyendo antes de analizarla. Una vez que se desentrañaron sus mecanismos de funcionamiento, filósofos políticos encontraron en ella la causa
perversa de las desigualdades en el mundo. Y de la filosofía se dio el paso a
la ideología. Y empezó a moldearse y a mercadearse el producto de ‘buenos’ y ‘malos’.
Uno de los sectores, como en las religiones, ha llegado a autoconvencerse y a catequizar
furibundos seguidores que creen a pie juntillas en su discurso.
El actual conflicto bélico
Rusia-Ucrania revela el mismo argumento de hace más de 100 años: el ‘bueno’
socialista, tiene derecho a aniquilar al ‘malo’ neonazi. No cambian los
membretes ni las justificaciones. Tampoco los resultados desastrosos de los conflictos,
en este caso, a nivel planetario.
En Latinoamérica, aquello
que después de Cuba el Che Guevara intentó iniciar en Bolivia sucumbió con su
muerte el 9 de octubre de 1967 a sus 39 años. Eso no impidió intentos por la
vía democrática (Allende 1970-1973) y por la fuerza con movimientos guerrilleros
en Argentina, Uruguay, Colombia, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, etc.
Los ‘buenos’ no tienen inconveniente
alguno de utilizar buenos instrumentos de los ‘malos’ como el ejercicio
democrático para hacerse del poder y una vez en control, ejecutan la verdadera
agenda detrás de sus intenciones engañosas.
Es el caso del denominado
Foro de São Paulo fundado en
1990 por partidos de izquierda diz que para enfrentar al neoliberalismo.
Aprovechando esa plataforma, Hugo Chávez, electo con la constitución de 1961,
en 1999 declaró la instalación de la asamblea nacional constituyente (ANC), para redactar una nueva constitución, suerte de biblia dirigida a corregir todas las ‘iniquidades’ de las mismas
estructuras que le permitieron acceder al poder de la nación venezolana. El peor
resultado del experimento bolivariano es la emigración al 2021 de 6 millones de
venezolanos por todo el mundo (ACNUR, basado en datos oficiales).
A pesar del avance
generalizado de los países de la región, los ‘buenos’ encuentran que una
asamblea nacional constituyente constituye la panacea que ‘compran’ los
votantes para probar suerte, a pesar de la terrible realidad que el ensayo
demuestra en el desempeño y las cifras económicas y sociales que lo revelan.
Nación, tras nación, cae rendida a los cantos de sirena de la solución de todos
los males: ANC y su producto, una constitución hecha a la medida de los ‘buenos’
para perpetuarse en el poder.
Luego del reciente proceso
electoral chileno parece que la mayor entretención se centra en la redacción de
la nueva constitución, supuestamente efectuada de manera participativa. Y luego
parece sumarse a la lista, Colombia, dependiendo del próximo resultado electoral.
La experiencia venezolana
demuestra que los buenos deseos en el papel no necesariamente se cumplen en la
realidad. Eso sí, todo lo que responde a la agenda de los ‘buenos’, se cumple a
cabalidad. Entonces, la ANC es solamente la envoltura del regalo. Las verdaderas
intenciones se conocen con el libreto escrito para la nación bolivariana.
Parte de la responsabilidad
de lo que está aconteciendo en Latinoamérica, se debe a su clase política que, observando
el fuego en el vecindario, se concentra más en atender el apetito voraz de sus
aliados de todo tipo, en lugar de procurar mejorar las condiciones de vida de
las grandes mayorías. Algo que comienza remediándose
con inclusión, buen gobierno y menos corrupción.
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