Existe aún la tendencia de pretender medir el nivel intelectual
y de erudición de las personas por los libros en papel que ha leído, que está
leyendo o que leerá en el futuro.
En el presente siglo, con la diseminación masiva de dispositivos
electrónicos incluyendo computadoras, tabletas y teléfonos inteligentes, las
posibilidades de leer el significado de una determinada palabra en cualquier
idioma, hasta un libro completo, ya sea novela o material educativo técnico-científico,
están mucho más allá de lo que la vista, los oídos y el cerebro pueden asimilar
sobre un escrito plasmado en papel.
Dentro de la educación formal, los dispositivos electrónicos
juegan un papel cada vez más importante en la diseminación del conocimiento,
sea que se trate de un esquema mixto, presencial y a distancia, o exclusivamente
por esta última vía.
La profusión de publicaciones que salen a luz todos los días
obliga tanto a lectores como a editores, a seleccionar aquella información que
le es más útil, interesante o importante, en el caso de los primeros, y a
reducir el número de páginas de contenido duro o virtual que los segundos ponen a
disposición de los consumidores ya sea a título gratuito u oneroso.
En 2014, la proporción de libros digitales vendidos era del
30%. Seguramente esa proporción ha aumentado en la actualidad. Entonces, es
claro que la tendencia de los lectores es y será hacia la lectura por esa vía.
Otra forma de adquirir conocimiento es a través de webinars
los que tienen una connotación desde nacional hasta internacional, dominando el
escenario en este caso, las universidades, organismos internacionales y
organizaciones no gubernamentales de alcance mundial. Cada vez es más
frecuente, la convergencia de expositores de alto calibre y el intercambio a
través de webcasts con participantes de todo el planeta compartiendo puntos de
vista y opiniones a través de la red sobre asuntos de importancia planetaria.
Hasta que apareció la imprenta de Gutemberg o de los chinos,
la diseminación de conocimiento era escasa. En la antigüedad, los filósofos transmitían
sus conocimientos por la vía oral. Entonces, la capacidad cognitiva no está circunscrita
al acceso a la lectura de los libros en papel. Hoy, hay cantidad de
instrumentos y dispositivos, que facilitan cada vez más la capacidad humana del
conocimiento.
El libro en papel tiene sus propias virtudes de naturaleza
material, sicológica y hasta espiritual. Incrementa la sensación de diálogo
entre el autor y el lector; es más resistente al descuido; y resulta más versátil
cuando se trata de absorberlo en el lugar más cómodo que escoja el lector.
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