Cuando los diputados a la Asamblea Nacional Constituyente
del período 1980-1982 decidieron prohibir la reelección presidencial, se
fundamentaron en la experiencia histórica de Honduras y tuvieron en cuenta la
festinada inclinación de algunos de sus políticos a la comisión de abusos en
contra de su mismo pueblo. Cuatro años -concluyeron- es suficiente para que un
político estadista, demuestre que puede hacer algo bueno por el desarrollo del país;
no el de su familia, amigos y partidarios.
Buscar el poder desde el poder mismo conduce a abusos de
todo tipo. El diálogo radial, propaganda del partido de gobierno promoviendo la
raya continua en la elección de los diputados al Congreso Nacional, constituye
una tortura para quienes, deseando escapar de los ruidosos descalabros que
aquejan al país, tratamos de buscar paz y tranquilidad en la música instrumental
de las radioemisoras.
Veinte cuñas por hora y 480 por día, agreden la paciencia de
los oyentes y lastiman la sensibilidad de los oídos. A los inventores de este tipo de propaganda y
su frecuencia de difusión -que parecieran tener el disco duro formateado- se les ocurre que se puede vender un “producto”
político con un disco rayado.
La concepción de la raya continua no tiene nada que ver con
la Geometría. Más bien es parte de la consigna que tiene que ver con la reelección ilegal; el monopolio del
poder; la emisión de leyes confiscatorias; la elección de tribunales espurios;
la perseverancia en mantener a Honduras fuera de los beneficios de la Cuenta
del Desafío del Milenio; el combate sectario y selectivo a la criminalidad; y el
insistir en mantener la patria dentro de los rangos de las naciones más
atrasadas de la tierra. Es la raya que nos dirige a competir con denuedo por
hundirnos en el subdesarrollo permanente.
El diálogo de la raya -que ya nos tiene rayados- dejará de
escucharse unas horas antes de este 26 de noviembre. Pero, sí el proyecto reeleccionista
se sale con la suya, no cabe duda de que, múltiples diálogos surgirán el 27 de
noviembre, anticipando que “lo bueno tiene que continuar” 8 años. Y así
continuará la pesadilla, sí permitimos que la aventura continuista se concrete.
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