domingo, 2 de junio de 2019

PERDIDOS


Hace unos 40 años, 5 centroamericanos coincidieron en Taiwán para recibir un curso sobre desarrollo agrícola en la ciudad de Taoyuan a 42 kilómetros de Taipéi.  Al segundo día de su arribo, uno de los integrantes sugirió visitar Taipéi. Tomaron un bus que consumió 45 minutos en el trayecto. Todo iba bien.  Conocieron Taipéi a pie, hasta que la tarde cayó y las sombras de la noche, cubrieron con su oscuro manto, la ciudad.
Los intrépidos exploradores buscaron el retorno en el lugar donde se habían bajado del bus. Infortunadamente, no era allí la estación de regreso. El grupo, buscó puntos de referencia y los rótulos luminosos en mandarín sólo aumentaron su confusión y su angustia. Empezaron a preguntar a transeúntes chinos que no hablaban ni una palabra de inglés. Después de varios intentos, abordaron a un peatón que hablaba inglés, era ingeniero electricista e incluso había viajado a México. El amable ingeniero, le devolvió la vida al grupo.
El ángel providencial taiwanés casi tomó de la mano a los aventureros visitantes; los llevó a la estación de buses hacia Taoyuan; le dio instrucciones al conductor; y finalmente, pagó el pasaje de los 5 atrevidos.
Una vez en Taoyuan, el grupo no tenía idea donde bajarse del bus lo mas cerca del instituto. A la mano de Dios, descendieron donde supusieron estaban cerca de su destino; pararon un taxi y le mostraron al conductor un folleto con la dirección del instituto en inglés y mandarín. El taxista entendió y llevó a puerto seguro a los aventados visitantes.
Cuando hay oportunidad de visitar y conocer otros lugares, una pizca de aventurero puede hacer el viaje una experiencia excitante. Pero es preferible tomar algunas precauciones sobre hasta donde debe llegar el arrojo de los visitantes, particularmente cuando la lengua local es totalmente diferente al idioma que manejan los turistas.
Para el caso de quienes hablan una lengua romance, la lectura de rótulos en idiomas similares puede facilitarse. Pero, a medida que, los idiomas van tomando otros alfabetos y símbolos, la situación de la comunicación se complica y puede acarrear consecuencias inesperadas.
El sólo hecho de salir del país nativo, ya es un reto en sí. Pero los viajeros no deben esperar que encontrarán por el mundo a un buen samaritano, como el ingeniero taiwanés de esta historia, que los sacará del embrollo de haberse perdido en un bosque de la China.


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