Ya sea que se
trate de un asunto casero, como el daño a un electrodoméstico, o tenga que ver
con un accidente de tránsito, los causantes -automáticamente- intentan eludir
su responsabilidad y en caso de que el evento acarree consecuencias civiles,
penales y pecuniarias, a toda costa se busca culpar exclusivamente a los demás.
Y sí se da la oportunidad, infligir el mayor castigo al supuesto culpable.
En cuanto a
accidentes de tránsito, la tendencia generalizada es imputar al conductor del
auto y con el expediente de informes pobremente elaborados o sesgados, intentar
pretensiones sobredimensionadas de resarcimiento de daños no acordadas previamente
entre las partes. La negativa a arreglos oportunos puede dar lugar a
contenciosos ruinosos para los involucrados. Y en un buen porcentaje de los
casos, ha sido el peatón quien ha contribuido al evento por su negligencia, sí
son adultos o por la irresponsabilidad de quienes están a su cargo, sí la víctima
es un menor.
Por otro
lado, quienes huyen de la escena del accidente sin prestar ayuda a la persona
atropellada igual que aquellos que se hacen los desentendidos cuando saben que
no existe parte de tránsito, eluden sus obligaciones, y hasta amenazan a
quienes los requieren para responder por los daños causados, escapan
impunemente al proceso que establece la ley.
Paradójicamente,
la actitud delincuencial de los elusivos se revierte en contra de aquellos que
con responsabilidad y entereza enfrentan la situación y las consecuencias de un
accidente. Y la recompensa de los responsables es sufrir maltratos físicos y
psicológicos en recintos policiales mezclados con peligrosos delincuentes; tener
que contratar una defensa onerosa; o enfrentar hasta la cárcel, donde las
posibilidades de perder la vida son muy altas.
Nadie en su
sano juicio desea participar deliberadamente en un atropellamiento o cualquier
otro tipo de accidente. Y la decisión de remitir un sospechoso a la cárcel
puede satisfacer sentimientos malévolos o vengativos, pero destruye la
posibilidad de ingresos para resarcir daños, constituyéndose en una solución
autodestructiva de perder-perder.
Pretender responsabilizar
de los accidentes solamente a los conductores, induce a los peatones a una
falsa sensación de seguridad y al incremento de accidentes que podrían
prevenirse. Las señales de tránsito son construidas y utilizadas para ser
observadas por conductores y peatones. Los despistes de adultos respecto a sí
mismos o en relación con los menores que los acompañan deben ser objeto de
campañas permanentes, masivas e intensas, para contribuir a reducir el número
de accidentes de tránsito y sus consecuencias.
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