Después de la pandemia
de la Gripe Española, transcurrieron 100 años para que la humanidad se
enfrentara a la pandemia de COVID19 con repercusiones sanitarias devastadoras por
los encierros, limitada locomoción de personas en todos los modos de transporte
y efectos económicos adversos que aún no logran superarse tanto por las
secuelas dejadas en contagiados como por las variantes y subvariantes que amenazan
no dejar en paz a la humanidad.
El lapso transcurrido
entre la aparición del virus, sus mecanismos de trasmisión y la dificultad de
un diagnóstico y tratamiento apropiado, impuso una presión inusitada sobre los
sistemas sanitarios a nivel planetario fundamentalmente para contar con una
vacuna desarrollada al margen de protocolos y plazos, que permitiera combatir
el impacto desastroso en la salud, la vida de las personas y la actividad
económica.
La precariedad de
los sistemas de salud principalmente en los países de menores ingresos; la
escasez de equipos para contrarrestar y tratar los síntomas relevantes; la
escasez de vacunas una vez disponibles y su pésima distribución, incrementaron
el estrés general con serias consecuencias en aquellos que evitaron o escaparon
al contagio.
Las bajas ocurridas
en el personal sanitario de primera línea; la aplicación del ´código de guerra´
y la insuficiente experiencia en la aplicación de la telemedicina, aumentaron los
episodios de ansiedad en pacientes con dolencias preexistentes.
Las consecuencias
de COVID19 a nivel individual, familiar, de comunidades, países y la
eventualidad de recurrencia de pandemias similares en el futuro cercano,
obligan a fortalecer una mayor conciencia de parte de la población para
prevenir y enfrentar embestidas a la salud personal y colectiva. COVID19 ha
demostrado que el tema de salud debe complementarse hoy con conocimientos y
acciones proactivas de la población.
En países con
sistemas unificados de salud existen expedientes clínicos electrónicos disponibles
en computadoras o en la nube. Pero, en contextos como el hondureño donde la
atención sanitaria está segmentada en diversas entidades públicas y la práctica
privada, exige que los ciudadanos consideren construir sus expedientes clínicos
personales, para facilitar la información más completa posible cuando se trata
de acudir a consultas ambulatorias o a establecimientos en donde el médico
requiere de información previa para evitar males mayores que pueden convertirse
en eventos fatales.
La aplicación de
suero glucosado a un paciente diabético o la alergia a un determinado
componente de un producto anestésico, pueden provocar la muerte, y la normativa
referida a los expedientes clínicos solo exige mantener vivo el expediente por
un plazo de 5 años.
Los obstáculos para
acceder a la información del paciente y su familia, así como a las vacunas que
le han aplicado, tratamientos médicos, resultados de laboratorio, estudios
radiológicos, procedimientos, operaciones quirúrgicas, tratamientos dentales,
etc. debe abarcar de ser posible la existencia del paciente. Y esa tarea nadie más
que el interesado y su familia está llamada a construirla, mantenerla y cuidarla,
así como se conservan los documentos patrimoniales.
El expediente
clínico personal requiere dedicación, disciplina y tiempo. Sin embargo, su
utilidad durante la existencia del paciente facilitará su vida y hará más eficaz
y segura la tarea de aquellos que tengan que tratarlo de forma habitual o por
inesperadas emergencias.
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