miércoles, 17 de julio de 2024

TESORO ESCONDIDO Daniel Meza Marzo 2002

 

Parte I. Zarpamos

Parte II. Estadía en la Isla

Parte III. La intriga del Tesoro

Parte IV. El Retorno

 

Parte I. Zarpamos

 

El bote Capitán Ron, propiedad de John, zarpó el día 1 de marzo a las 16:00 horas desde la Isla de Roatán para realizar una travesía de 23 horas hacia las Islas al del Cisne, localizadas, 240 Kilómetros al este de la primera. El sol en su pleno esplendor anticipaba un buen tiempo y un viaje excitante. Como un elemento de identificación inmediata, todos lamentamos el zarpar con la pesadumbre de que a Mati no le había llegado su maleta con todas sus pertenencias.

 

Roatán es la mayor de tres islas principales (las otras dos son Guanaja y Utila), que conforman el archipiélago del Departamento de Islas de la Bahía a 50 Kilómetros de la costa norte de Honduras.

 

La iniciativa del viaje había nacido de un mensaje de Leo por correo electrónico del 16 de diciembre del 2001, en donde notificaba a Jorge y a Daniel, su intención de organizar una expedición a las Islas del Cisne.

 

 Luego de una gran cantidad de cruces de mensajes relativos a precisar los aspectos logísticos de la expedición, Jorge se encargó de hacer los contactos y las negociaciones sobre los requerimientos de equipo y avituallamiento necesarios para 7 israelíes, 2 norteamericanos, 2 peruanos y 2 hondureños que formamos parte del viaje para una travesía y estadía de 10 días. 

 

Leo arribó a Tegucigalpa para sumarse a Jorge y partieron el 26 de febrero a Roatán para asegurarse que todo estuviera en orden. El resto del grupo israelí (Amos, Mati, Asaf, Nurit, Dror, y Dori) también llegaron con suficiente anticipación y a ellos se agregaron de Estados Unidos (Bruce y Peter); de Perú (Atilio y Sergio); y finalmente se sumó Daniel, que llegó a Roatán, 4 horas antes de que el bote zarpara.

 

En la distribución inicial de tareas hecha por Leo, las asignaciones estaban constituidas así:

Dirección del viaje y aspectos logísticos (Leo y Jorge)

Equipo de buceo y primeros auxilios (Amos, Mati y Asaf)

Equipo de filmación (Nurit, directora, Dror-superficie y Dori-agua)

Equipo detector de metales agua y tierra (Bruce, Peter, Atilio y Sergio)

Recolección de datos (Daniel)

 

Antes de partir, los viajeros efectuaron las compras de última hora y durante el almuerzo, Leo dio las últimas indicaciones al grupo sobre los detalles propios de una expedición como la que estaba a punto de iniciarse.

 

Para algunos miembros del grupo expedicionario(Bruce, Atilio y Leo en menor grado), la razón fundamental del viaje consistió en corroborar la historia de un Flamenco llamado Simón Zacarías,  quien fue tomado prisionero en Cabo Camarón(Punta Castilla), Honduras por los españoles en 1616 como parte de un grupo de piratas ingleses, y que contó la historia de que había encontrado vestigios en una Isla desconocida, que apuntaban corresponder a los pertenecientes a La Capitana(San Roque), uno de los 7 galeones sobrecargados de tesoros de la flota española que partió de Cartagena de Indias el 1 de Noviembre de 1605  y que zozobró en medio de una tormenta el 6 de Noviembre.

 

El tesoro descrito y escondido por Zacarías correspondía a una parte de lo contenido por el San Roque. De acuerdo con los mapas dibujados por Zacarías, las formas de la Isla correspondían a lo que ahora son las Islas del Cisne. Sin embargo, un detalle que conduce a confusión indica que Zacarías denominaba Misteriosa a la Isla dibujada por él, cuyo nombre corresponde al actualmente conocido como Banco de Serranilla localizado unos 50 Kilómetros al norte de las Islas del Cisne.

 

Los españoles trataron de obligar a Zacarías a regresar al lugar en donde había dejado escondido el tesoro, pero éste se negó a acompañarlos. Esta decisión, le costo la vida, muriendo decapitado.

 

Durante 80 años, la corona española hizo 7 intentos para localizar el susodicho tesoro escondido por Zacarías. Todos fracasaron por la hostilidad de las aguas del supuesto lugar del escondite, que produjeron naufragios, así como por el asedio de piratas e indios. Recientemente (en los últimos 10 años), ha habido otros intentos de buscadores de tesoros, pero se desconoce cuántos han sido y qué han encontrado.

 

El bote Capitán Ron de color azul y blanco, de 80 pies de eslora, un calado de 9 pies y con una capacidad de carga de 180 toneladas métricas, es un barco camaronero que fue habilitado para la expedición. En una época de veda para la pesca de camarones y langostas, el alquiler del bote para la expedición constituyó una buena oportunidad para mantenerlo ocupado.

 

El puesto de mando, daba una buena impresión con equipos modernos de navegación marítima. Al inicio de nuestra partida había una comunicación periódica entre los dueños del bote y su capitán.

 

En la cubierta iban dos lanchas (una con motor fuera de borda y otra con remos) con capacidad para 6 personas; también iban 24 tubos para buceo y unos 4 equipos de salvavidas unipersonales.

 

Detrás de la cocina, se instalaron 12 literas en las cuales los viajeros colocaron sus pertenencias. El calor del motor del bote y del cuarto de cocina provocaba un ambiente insoportable que dificultaba la dormida en las literas. Junto al baño estaba un cuarto donde iba una cama que fue ocupada por Nurit.

 

La tripulación del bote estaba integrada por Sandy, el Capitán; Randy el Ayudante del Capitán y Michael, el Cocinero. Al caer la noche, cruzamos el estrecho entre Roatán y Guanaja y el Capitán Ron enfiló directamente hacia el Este, hacia Islas del Cisne, la Isla Misteriosa descrita por Simón Zacarías en donde supuestamente se encuentra escondido un tesoro multimillonario, resultado del naufragio del Galeón San Roque hace casi 400 años, en 1606.

 

El manto de la oscuridad, cobró las antojadizas formas de la mente de quien divisa un horizonte inmensamente espectacular. Es la sensación de ver sin mirar.

 

En el curso de nuestra travesía, los efectos de un frente frió en el Golfo de México empezaron a hacerse sentir en la alfombra verde- azul por donde se deslizan las embarcaciones y que conforman las aguas del Mar Caribe Hondureño. El bote empezó a moverse sistemáticamente de proa a popa y viceversa. El movimiento se hacía cada vez más intenso a medida que avanzábamos lentamente en contra de la fuerza de las corrientes marinas y los vientos.

 

Michael solícito, nos ofreció cena. Casi nadie de los viajeros se la aceptó.  La mayor preocupación del grupo en aquellos momentos era cómo controlaba cada uno el mareo, el que empezó a hacer fuertes efectos en Mati, que llegó a un punto de deshidratación tal que tuvo que aplicársele suero. Del grupo de 13 viajeros, probablemente sólo tres se salvaron de expeler todo lo que tenían en su estomago a las profundas aguas del mar que íbamos atravesando. Nurit nos recomendó después, que el secreto para no marearse consistía en tomar una pastilla de Dramamine cada 4 horas, según prescripción de su esposo que es médico.

 

Sandy nos recomendó a los más afectados por el mareo que tratáramos de mantenernos acostados. Desde algunas tarimas se divisaba la cubierta y se veía como el bote constantemente hacia reverencias al mar al mejor estilo de un saludo japonés.

 

En la mañana siguiente, el día 2 de marzo, la mayoría de los viajeros estábamos aún afectados por el mareo y rehusamos tomar el desayuno y el almuerzo, solícitamente ofrecido por Michael. 

 

Durante la travesía, de vez en cuando, el ensordecedor sonido del motor del bote era superado por la algarabía de los viajeros que pescaron algunos ejemplares que cayeron al picar la carnada señuelo. Los pescados de entre 20 y 30 libras, nos reaseguraban el eventual abastecimiento de alimentos para nuestra estadía en las islas y el viaje de regreso.

 

Durante nuestro viaje de ida no encontramos una tan sola embarcación navegando en nuestras cercanías. Nuestro viaje hacia las islas fue completamente solitario.

 

Alrededor de las 15:00 horas divisamos las Islas del Cisne. Una sensación de alivio se apoderó de todos los miembros de la expedición. Sustituiríamos la superficie movediza de las aguas del mar por la tierra firme de la isla.

 

Habíamos cumplido la primera parte de nuestro objetivo: llegar a la Isla Misteriosa de Simón Zacarías.

 

El proceso de desembarco tomó alrededor de una hora. Sandy se negó atracar en el muelle que la Fuerza Naval Hondureña utiliza para amarrar sus barcazas. Prefirió quedarse a unos dos kilómetros de la costa y anclar el bote ahí.

 

Frente a la costa nos esperaban seis guarda maestres y marinos de la Fuerza Naval Hondureña al mando del teniente de marina López, quienes nos ayudaron a cargar nuestras pertenencias hasta la casa que utilizamos como aposento durante nuestra estadía en la Isla Grande. Nuestras débiles fuerzas apreciaron la buena voluntad y cooperación de los elementos navales. Nuestra casa-hotel fue facilitada por Elmer, el cuidador de la casa, propiedad de Norma Jeen, una dama de Gran Caimán viuda de un ciudadano hondureño, quien le ofreció retornar en un mes. Elmer tenía a nuestro arribo 4 meses de esperarla.

 

La distribución del grupo y nuestras pertenencias en la casa de Norma Jeen fue hecha por Leo y Jorge. Cuatro viajeros tuvimos el privilegio de disponer de una cama. El resto instaló sus hamacas o simplemente colocó sus bolsas de dormir en el suelo de madera.

 

 

Parte II. Estadía en la Isla.

 

La casa de madera color verde en donde nos alojamos está en buenas condiciones. Consta de unos 100 metros cuadrados distribuidos entre una sala, un dormitorio y un cuarto de baño que casi nadie utilizó.  Rodeando tres cuartas partes de la casa se encuentran corredores de unos cincuenta metros de ancho.  En la otra cuarta parte se encuentra un tanque con capacidad de 10,000 galones de agua, en donde se recoge el agua lluvia que se utiliza para el aseo de la casa que no dispone de electricidad. La entrada principal de la casa estaba cerrada con llave y teníamos que acceder al interior por la parte lateral izquierda de la casa, por la puerta del baño.  

 

El sábado por la noche, mientras cenábamos la comida que había traído Randy, desde el barco alrededor de una fogata, Leo dio las instrucciones al grupo de lo que haríamos al día siguiente con asignaciones para cada uno.

 

Las Islas del Cisne geográficamente son parte de Islas de la Bahía y política o administrativamente lo hacen parecer como formando parte del Departamento de Gracias a Dios. La distancia es de 180 Kilómetros.

desde Punta Castilla, de donde depende el apostadero naval de las islas,

 

Las dos pequeñas islas, como porciones terrestres importantes del archipiélago, son regularmente planas, separadas por un canal de 37 metros de ancho y 6 de profundidad.

 

Las islas se encuentran a 18 metros sobre el nivel del mar y tienen vegetación arbustiva, pudiéndose cultivar en ellas frutos tropicales. Carecen de agua corriente, la cual es obtenida por medio de pozos y cisternas.

 

Gran Cisne tienen 4 kilómetros de este a oeste y su mayor anchura es de un kilómetro. Cerca de ella se encuentra el Cayo Booby, un peñón de unos 50 metros cuadrados. Pequeño Cisne es más abrupta y mide 1.9 kilómetros de extensión. Ambas islas son salubres. En la vegetación se pueden encontrar árboles como el fustete, palo de mora o uva de playa y cocoteros. Entre su fauna terrestre están palomas, patos, pájaros bobos garzas, pelícanos y entre la fauna marina la tortuga carey, peces, camarones y langostas. También pueden encontrarse ballenas, tiburones, pez martillo y otras especies marinas de gran tamaño.

 

Las islas fueron descubiertas por Cristóbal Colón en 1502 y durante los siglos XVII y XVIII por los barcos que cruzaban el mar y que se detenían en las islas para hacer reparaciones. Los piratas las usaron ocasionalmente como base de operaciones. Nunca hubo población indígena.

 

En 1857 un ciudadano estadounidense, desembarcó en las islas y las proclamó para los Estados Unidos; desde entonces ese país mantuvo dominio sobre ellas, ya fuera a través de personas particulares de aquella nación o a través de la United Fruit Co., que mantuvo una estación de radio. En 1960 una estación comercial, llamada Radio Swan, fue establecida en las islas.

 

Existe una pista de aterrizaje de 1,200 metros y un muelle de unos 50 metros en Gran Cisne.

 

Las islas fueron entregadas al Gobierno de Honduras por los Estados Unidos en 1972.

 

El domingo 3 de marzo, Randy hizo tres viajes en lancha para trasladar a todo el grupo con su respectivo equipo desde la Isla Grande, hasta el bote en donde desayunamos. Una vez todos en el bote, Leo indicó a Sandy, buscar un lugar en la Isla pequeña para establecer el campamento de exploración.

 

Sandy encontró que el lugar más apropiado para el bote y el traslado en lancha, estaba ubicado en la parte NE de la isla pequeña entre unas rocas y riscos coralinos. El lugar escogido, constituyó el campamento de la expedición para los siguientes 5 días.

 

Leo distribuyó la búsqueda en dos partes: el grupo de tierra integrado por Dror, Peter, Atilio, Sergio y Jorge; y el grupo de buceo compuesto por el propio Leo, Mati, Amos Asaf, Bruce y Dori.  En el campamento quedaron para asuntos logísticos y de observación, Nurit y Daniel.

 

El primero en movilizarse hasta la superficie de la Isla pequeña fue Jorge. Jorge, machete en mano fue abriendo brecha la que después utilizó el grupo de tierra.

 

A pocas horas de iniciada la búsqueda, el grupo de tierra con sus respectivos detectores de metales se subdividió en dos: Bruce y Peter, por un lado; Sergio y Atilio por otro.

 

Cuando Randy hizo su último viaje al campamento en la mañana, se le indicó que debía traer el almuerzo a las 13:00 horas. Su puntualidad fue inglesa.

 

Durante el almuerzo, tanto el grupo de buceo como el de tierra, comentaron sobre lo que habían encontrado y las mejores formas para continuar la búsqueda hasta las 15:00 horas, cuando Randy vendría de nuevo a buscar a todo el grupo para ir al bote y luego a la Isla Grande.

 

De regreso a nuestro alojamiento temporal, ubicada en el extremo NO de la isla grande, se encendió de nuevo la fogata para alrededor de ella conversar de lo acontecido en el primer día de exploración.  La cena llegó a las 18:00 horas, tal como se había convenido con Randy.  La noche permitía ver sin telescopio, las principales estrellas y constelaciones de nuestro sistema solar, así como, algunos satélites.

 

 

Parte III. La Intriga del Tesoro

 

El lunes el grupo se levantó temprano; se trasladó al barco y luego al campamento en la Isla Pequeña para continuar la exploración. Daniel se quedó en la casa de la Isla Grande y aprovechó para leer un libro escrito por un exjefe de las Fuerzas Armadas Argentinas de apellido Balza, quien cuestiona fuertemente el desempeño de las fuerzas armadas de ese país por su inclinación a la inconstitucionalidad; la guerra sucia, que causó centenares de desaparecidos; el desastre de la aventura de la Guerra de Las Malvinas; y la corrupción de la cúpula castrense.

 

Leyendo al General Balza uno se explica el porqué un país como Argentina con una dotación envidiable de recursos naturales; un capital humano altamente preparado y que en la década de los años 1940-1950, estaba dentro de las 10 primeras economías a nivel mundial, hoy sufre una crisis económica y social sin precedentes.

 

Elmer contó a Daniel, detalles adicionales sobre Norma Jeen. Aparte de la casa en la que nos hospedamos, ella es propietaria de unas 200 cabezas de ganado vacuno que sobreviven de manera silvestre en la Isla Grande ya que nadie se encarga de su manejo.

 

Como una especie de quid pro quo entre Norma y el resguardo de marinos, éstos tienen derecho a sacrificar y consumir una res por mes. De vez en cuando, un hijo de Norma que reside en Guanaja llega en una barcaza para sacrificar y llevarse la carne de unas 20 cabezas de ganado.

 

Norma la caimanesa, suele quedarse solitaria en su casa ocasionalmente por períodos hasta de cuatro meses. Habla muy poco con el resguardo marino o su cuidador, pero les ha contado que a veces mantiene “conversaciones” con su difunto marido.

 

Por la tarde alrededor de las 18:00 horas, parte del grupo explorador retornó a la Isla Grande. Bruce, Atilio y Sergio decidieron dormir en el bote. De nuevo, se encendió la fogata, cenamos y conversamos. Se habló de los avances que los distintos grupos de tierra y agua habían realizado en términos de área, buscando el tesoro.  Leo, resaltó su admiración por Ernesto Hemingway por su versatilidad como combatiente de la Guerra Española de 1936 -1939; su vida de bohemio; su calidad de escritor; y su inexplicable decisión de acabar por si mismo con su vida.

 

En algún momento de la conversación Leo preguntó al grupo sobre lo que pensaba con su parte del tesoro que se estaba buscando. Cada uno dio su opinión que se movió desde el pesimismo de algunos hasta el optimismo de otros. A Leo le llamó la atención dos respuestas (Jorge y Amos), que apuntaban en la dirección de que el mejor tesoro es la amistad.

 

Dos personas del grupo, durante nuestra travesía a la Isla y recién llegados a la misma, habían manifestado un interés inusitado en cuáles serían algunos términos a los que había que sujetarse en caso de que se encontrase el tesoro. A una de ellas, por ejemplo, le interesaba saber qué porcentaje le correspondería al Gobierno. Jorge le explicó que todas las riquezas que se encuentran en el suelo, el subsuelo, en el mar y en el espacio aéreo del territorio hondureño son propiedad del Estado de Honduras. A la otra, le preocupaba la forma en que se distribuiría el tesoro, entre los miembros del grupo.

 

La persona interesada en el porcentaje al Gobierno tenía alguna razón para interesarse en tal detalle. Aparte de ser un experimentado buscador de tesoros, él contó al grupo que, en una visita previa a la Isla, contrató a alguien por el lapso de un año y esta persona encontró un Galeón del cual tomó varios cañones y nunca más lo ha vuelto a ver. Sin embargo, él considera que el hallazgo de su contratado es un indicio de que el San Roque puede estar en las cercanías de las Islas del Cisne y ratificó su determinación de buscar el tesoro hasta que lo encuentre.

 

La noche del lunes, súbitamente, se desató un temporal en los alrededores de las Islas. En la mañana del martes las olas salpicaban el muelle de la Fuerza Naval. El mar estaba embravecido. En comunicación por radio con Sandy, él indicó el inconveniente de enviar a Randy por nosotros o siquiera, remitirnos el desayuno.

 

Había que ahorrar energías y agua, por lo que la mayoría del equipo se dedicó a descansar.

 

El martes, estaba previsto sacrificar un animal para hacer un asado en la cena. Leo, con un certero de fusil, eliminó la res escogida. Jorge y Leo se encargaron del sacrificio y parte del equipo con ayuda de los marinos trajeron cerca de la casa, las partes del animal sacrificado.

 

Al mediodía mejoraron las condiciones del tiempo y Randy pudo traernos el almuerzo y agua. Con él llegaron Bruce, Atilio y Sergio.

 

En la tarde, para la cena, Jorge y Leo prepararon la carne y Jorge se encargó de asarla. Hubo filete para todo el grupo, para los marinos, para Elmer y para la tripulación del Capitán Ron y todavía sobró. Esa noche, algunos miembros del grupo empezaron a cantar las canciones que recordaban. Las notas de las melodías que entonaban se subían en las ondas de la brisa del mar y se perdían en el viento. En todo caso sólo teníamos como auditorio a los marinos de la naval y a 200 cabezas de ganado, que echaban de menos a un miembro de su manada.

 

La ambición, la codicia y la mezquindad, pueden transformar a una persona y desnudar sus más bajas pasiones. La persona interesada en la forma cómo se distribuiría un tesoro que esperaba encontrar en 6 días de búsqueda, parecía ser la mejor documentada e hizo algunos sondeos entre algunos miembros del grupo para despertar e identificar su grado de interés en caso de que el tesoro fuera encontrado. En su desesperación porque el tiempo corría y el famoso tesoro de Simón Zacarías no aparecía, llegó a indicar que él tenía la historia verdadera y por tanto sabía donde estaba el tesoro.

 

Su hipótesis se basaba en algunos mapas que andaba consigo y que según decía habían sido elaborados por Zacarías. Uno de los mapas hacía aparecer a la Isla Grande, cruzada por un río llamado del Oro. Pero también, daba la impresión de que el mapa se refería a la Isla Grande y su prolongación, el Cayo Booby.

 

Lo anterior, planteado a mitad de la duración de la expedición provocó una agria discusión con su interlocutor, que se exacerbó por su exagerado y evidente apetito mezquino de guisar la liebre antes de cogerla.

 

 El miércoles, jueves y viernes la búsqueda de los exploradores se concentró en el Cayo Booby, algunas cuevas de la Isla Pequeña, y Jorge y Daniel se dedicaron a buscar una depresión en la Isla Grande que pudiera corresponder a la desembocadura del Río del Oro. En el trayecto de ida y vuelta que realizaron en dos días diferentes, se concentraron en ubicar lugares más apropiados para un proyecto turístico. Se tomaron fotografías a potenciales instalaciones de esparcimiento y equilibrio ecológico.

 

El jueves, dando vueltas en el bote por la Isla Grande pescamos un pez tuna, el cual de nuevo fue preparado por Leo y Jorge. Durante la cena, nos dedicamos a cantar canciones nostálgicas de despedida. Durante una de las pausas entre canto y canto, escuchamos el mugido de un vacuno. Nos quedó la duda, sí nos animaba a que siguiéramos rompiendo el silencio de la noche o nos pedía, que nos calláramos.   

 

 

Parte IV.

 

El Retorno.

 

El viernes 8 de marzo del 2002 a las 14: 30 el bote Capitán Ron inició el viaje de regreso a Roatán. La tripulación nos adelantó que haría buen tiempo. Nadie se mareó en las 20 horas de travesía de regreso.

 

Atrás quedaban, el tesoro enterrado de Simón Zacarías según su declaración (37 barras de oro de 21 cm. de largo por 3.5 cm. de ancho; tres cadenas muy grandes de oro; 53 piedras preciosas; 550 barras de plata; 160 cajas de monedas-con 2000 ó 3000 monedas por caja; 13 cajas con barras de oro y 3 bloques de oro que pesaban 46 Kilogramos cada uno).

 

El mejor tesoro que traía cada uno, venía encerrado en el baúl de sus recuerdos de la experiencia en la expedición.

 

La gran cantidad de horas grabadas por Dror bajo la dirección de Nurit, que serán editadas y eventualmente transmitidas por la Televisión Israelita.

 

El contacto solitario y reflexivo con la naturaleza. Las bellezas multicolores que esconden los arrecifes, las cuevas y las aguas verde azuladas que Leo, Mati, Dori, Asaf y Amos, tuvieron la oportunidad de admirar y filmar.

 

La gran cantidad de datos que Peter, el Geólogo del grupo pudo recabar, al mismo tiempo que compartía el delicioso sabor de sus chocolates. La determinación de Bruce de encontrar el tesoro de Simón Zacarías. La capacidad de trabajo de Sergio y el loable amor que su padre le devota.

 

Para Jorge y Daniel queda el sueño de encontrar otro tesoro en las Islas del Cisne, desarrollando un proyecto ecoturístico.

 

Además, permanece, como Jorge y Amos anticiparon en su momento, el tesoro de la amistad, la camaradería, la solidaridad y la cooperación mutua que el grupo manifestó en una breve expedición, compartiendo juntos.

 

Antes de atracar en el muelle de Roatán, Ron el hijo de John llegó en una lancha rápida para que Dror filmara el arribo de una aventura.

 

Al mirar el horizonte, unas nubes ligeras daban forma a un hombre con una sonrisa sarcástica dibujada en su rostro.  Era la sonrisa de Simón Zacarías…

 

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