La política tiene como corolario la fantasía de quienes acceden al poder en un determinado país convenciendo incautos que votan por ellos a quienes alimentan con promesas que luego convierten en ilusiones. La búsqueda de fantasías de quienes pretenden el poder se mezcla con las de los votantes que esperan recibir compensaciones que les permitan vivir decorosamente. La triste realidad suele ser que quienes acceden a la autoridad sí pueden concretar sus metas, mientras quienes confían en ellos continúan lidiando con una vida miserable.
La política definida como el
arte de gobernar, es el camino más simple y eficaz para alcanzar el poder y el
dinero, dos referentes conspicuos de espejismo.
Desde el candidato que
ofrece corregir todo aquello que afecta a grandes mayorías “refundando”, hasta
aquel que considera como ideal la vigencia del estatus quo. En ambos casos, una
vez electos en el poder perseveran con las mismas acciones e incluso profundizan
más el sufrimiento de los vulnerables.
En Honduras, con el fin de
perpetuarse en el poder público desde el año 2006, titulares del ejecutivo han
arreciado su estrategia de controlar los medios de comunicación y hasta las
redes sociales y abusan de los medios/bienes públicos como si fueran propiedad
partidaria.
A pesar de que en 2007 se
creó el Instituto de Acceso a la Información Publica los gobiernos sucesivos han
cerrado cada vez más el acceso y transparencia de información a los ciudadanos
y al público en general de todo aquello que consideran puede dañar su imagen
política. Es más, se han promulgado “leyes de secretos” en temas vinculados a
seguridad, salud y otros cuyo fin último es establecer un velo de opacidad y
misterio a operaciones de dudoso manejo de los recursos estatales alejados del
supuesto fin de proteger la población y apoyar a la justicia y el bien social.
La trinca de poderes
congreso, ejecutivo y judicial se confabulan cuando delitos y crímenes son
declarados en secretividad para evitar que las diligencias sean conocidas por
abogados defensores o acusadores. La opacidad no es casual. Tiene como
propósito obstaculizar la transparencia y el conocimiento de operaciones que
conllevan daño a víctimas individuales o colectivas causándoles indefensión.
La importancia del gobierno
(25% del gasto del PIB) facilita manipular, intimidar y controlar los medios y
la concesión de frecuencias de radio, televisión e internet. Por ello, los
dueños de medios, proveedores de señales de internet y todos los operadores que
tienen que ver con permisos de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones
actúan de manera cautelosa para manejarse entre la libre expresión y la amenaza
permanente de que su fuente de operación y negocio sea suspendida, retirada o
confiscada.
Para una economía pequeña
como la hondureña, la política ha tenido en los últimos 100 años connotaciones documentadas
de la concentración de oportunidades de negocio y los medios de vida sustraídos
de las mayorías.
El surgimiento de la
corrupción pública coludida con la privada comenzó a tomar carta ciudadana en
la década de los años 70, cuando simultáneamente comenzaba el imparable surgir del
crimen organizado. Las empresas estatales que surgieron como hongos no se
quedaron atrás en corrupción y nepotismo y su ineficiencia justificó más tarde,
las privatizaciones.
Para alguna parte de la
población hondureña, la combinación del poder político con crimen organizado ha
creado un espejismo de acumular riqueza, poder y prestigio de manera
vertiginosa a costa del desplazamiento de millones de hondureños dentro y fuera
del país.
El estereotipo del
sectarismo político donde el partido en el poder segrega del normal actuar como
operador económico a casi todo aquel que no milita como su facción, monopoliza
oportunidades de todo tipo impidiendo el aporte al desarrollo de la nación para
el resto de ciudadanos con credenciales, pero que no comulgan su ideología
partidaria y de cualquier otro tipo.
La política ha sido una
lucha por liderazgos que se definieron por pensar, leer el tiempo que les tocó
vivir y construir ideas que dieran dirección a las sociedades. La política no debe
desconectarse del pensamiento, porque se degrada.
En ausencia de industria de
cine con celebridades y estrellas, Honduras se conforma con aquellos que
destacan en los medios, el deporte y la misma política. Recién, surge con
fuerza el mito del impacto de las redes sociales.
Así, jóvenes políticos actualmente
rehúyen a comprender la complejidad del Estado o el drama social de su tiempo, y
aprenden oratoria en clips, edición de videos, y creadores de contenido.
¡Que, la declaratoria de
elecciones sea el rescate de la Republica!
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