lunes, 31 de octubre de 2016

DISCRECIONALIDAD INTERNACIONAL

El 28 de junio de 2009, Honduras se vio obligada a ejecutar una sucesión presidencial a consecuencia de la amenaza que se cernía sobre la democracia hondureña a través de una consulta inventada por el entonces presidente de la república para establecer una asamblea nacional constituyente y anquilosarse en el poder público.
La reacción internacional sumarísima fue aplicar la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos aprobada en Perú el año 2001 y simultáneamente orquestar un bloqueo político y financiero al país.
El castigo hacia Honduras y su pueblo fue doble. A los efectos del bloqueo se sumó el impacto de la crisis financiera internacional surgida en el año 2008. El perjuicio infligido fue de tal magnitud que Honduras aún no se recupera de los mencionados nocivos efectos.
El asunto es que en el año 2012, Paraguay realizó una acción similar a la de Honduras y en el presente año, la presidenta de Brasil fue sustituida. En ninguno de estos últimos casos, se aplicó la Carta Interamericana.
Venezuela ha transcurrido por 18 años de gobiernos irregulares; está hundida desde hace años en una crisis política, social y económica sin precedentes y los demás países miembros de la OEA están pensando sí aplican o no la famosa carta.
Aparte de Venezuela, actualmente en varios países de América, se están tramando golpes a la democracia que se están consumando con la complacencia cómplice de la OEA. Y seguramente el As de la baraja que se utilizó contra la Honduras del 2009, continuará guardado para el resto de situaciones similares que se presenten.
La práctica de la discrecionalidad, irá pasando factura a aquellos organismos internacionales veleidosos y ambivalentes que aplican las regulaciones según la conveniencia o la dirección del viento.


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