lunes, 3 de abril de 2017

FANTASIA PERFECTA

Entre 1978 y 1994, la cadena de televisión norteamericana ABC transmitió una serie denominada “La Isla de la Fantasía” que se desarrollaba en una misteriosa isla del Océano Pacífico. El argumento giraba alrededor de que los visitantes de la isla pensaban cumplir sus fantasías con la ayuda de los anfitriones por el pago de US $ 50,000 y la condición de confidencialidad acerca del lugar que habían visitado.
Fantasías hay de todo tipo. Con la difusión de medios de comunicación y redes sociales, hoy existe una fantasía que ha tomado connotaciones de epidemia: la fantasía de la persona perfecta. Por la misma naturaleza de los seres humanos y su eterna búsqueda de diferenciación, seguro no es una fantasía nueva. El asunto es que los perfectos sufren de la necesidad de exponer públicamente su fantasía para que medio mundo la reconozca.
Desde los medios de comunicación, los perfectos sentados en la cúspide de su torre de marfil, están en posición de observar con mirada altiva al resto de sus semejantes y asumir la posición de acusadores, jurados y jueces para evaluar a sus congéneres. Los perfectos establecen pautas y normas de conducta acerca del comportamiento de los demás con la ventaja de que, al ser promotores de sus reglas, éstas no se aplican a ellos.
En el caso de las redes sociales, los perfectos se sienten compelidos a opinar (criticar y censurar) a todos de todo. No hay forma de reprimir las ansias sobrehumanas de cuestionar en lugar de escoger la opción de quedarse callado. Ya se trate de errores ortográficos o equivocaciones temporales, espaciales o cualquier otro detalle, los implacables perfectos rápidamente reaccionan, llegando al grado de destrozar a sus víctimas.
Tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, sus dueños y administradores manejan las controversias en función de sus propios intereses. El asunto es que, en ese juego de víctimas y victimarios, se alimenta otra epidemia: la neurosis que campea en las generaciones de la era digital.
Como en el cuento de la serie de la cadena televisiva ABC, cada quien puede crear su isla, su fantasía y quedarse tranquilo con ella, sin despotricar contra los demás. La ventaja es no tener que erogar US$ 50,000, ni hacer un tortuoso viaje a una remota isla del Océano Pacifico.



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