martes, 20 de junio de 2017

AUTOPSIA

Recientemente en Boston, Estados Unidos, se ha declarado culpable de homicidio involuntario a una adolescente que en el 2014 indujo por teléfono, el suicidio de su novio.
En medicina legal se considera “muertes sospechosas de criminalidad” a todas aquellas en donde haya un indicio de índole médica o no que a priori impida descartar su origen criminal.
Vinculado al escándalo de corrupción del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), algunas fuentes han estimado alrededor de 3, 000 decesos de pacientes a causa del descalabro financiero que la desviación de recursos produjo en la institución, lo que impidió el apropiado servicio de atención médica y suministros de medicamentos para sus 900,000 cotizantes y beneficiarios. Para un paciente con enfermedades catastróficas, o accidente grave, la ausencia de medicamento por unos días o la falta de atención oportuna, significa la muerte. 
Uno de los principales acusados en el caso del IHSS ha esgrimido en su defensa que no se hizo autopsia a esos 3,000 fallecidos que en promedio significaron 750 bajas anuales en un lapso de 4 años. Esas muertes sospechosas de criminalidad en el IHSS, se suman a las incluidas en los índices de violencia que prevalecieron en Honduras durante los años 2010 a 2013 y que en el 2011 alcanzaron 85/100,000 habitantes. De hecho, los 5 médicos de la Dirección de Medicina Forense, no se daban abasto con la matanza existente por otras muertes violentas, por lo que, sí se hubieran agregado las autopsias de los fallecidos del IHSS, habría provocado una debacle.
De conformidad con la definición de violencia por parte de la Organización Mundial de la Salud, cuando una sociedad alcanza anualmente10 muertes sobre 100,000 habitantes, ya se encuentra en la condición epidémica de violencia, por lo que, comparando las muertes atribuidas al desfalco del IHSS versus la población total, este infortunado evento por si solo, colocó a Honduras en el nivel de violencia epidémica. Silenciosa violencia que sólo los dolientes de los fallecidos conocen perfectamente.
Mientras los beneficiarios de los fondos sustraídos al IHSS disfrutaban los bienes, servicios y poder político que facilita el dinero fácil, los pacientes del IHSS fallecían por la falta de atención médica y, a pesar del sacrificio de cotizar, la esperanza de recuperar la salud o salvar la vida, languidecía ante la indiferencia de sus verdugos.
A diferencia de la adolescente de Boston, los responsables del descalabro del IHSS no indujeron la muerte de alguien. Su comportamiento activo y su responsabilidad en el deceso de los pacientes del IHSS se manifestó en la orgía del disfrute de recursos ajenos, que, destinados a su expreso propósito, hubieran evitado el fin de la existencia anticipada a 3,000 personas.


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