Diario La Tribuna de hoy, 19 de septiembre de 2018 (página
54) con información tomada de www.eldiariony.com
y basada en el Pew Research Center (www.pewhispanic.org,
para mayor abundamiento) señala que dominicanos y hondureños son los hispanos
más pobres viviendo en Estados Unidos.
Para quienes mantienen a flote la economía doméstica de
miles de familias y la economía de Honduras inyectando anualmente más de US $
4,000.00 millones en remesas vale la pena hacer algunas consideraciones que
traten de explicar esa infortunada posición de ser pobre en tierra ajena y las razones
de soportar tal calificación partiendo que, en sus lugares de origen persisten
condiciones económicas, sociales y de seguridad, que no son mejores que las que
las que les corresponde enfrentar en el extranjero.
En primer lugar, es clave conocer cómo arriban a los Estados
Unidos los emigrantes hondureños indocumentados. No es en un avión, cargados de
maletas y en una de las líneas aéreas que vuelan desde Honduras. Buena parte de
los que se van, recorren 2,000 kilómetros llenos de peligros y sobresaltos; abusos
y desprecios. Y alcanzan la frontera con una mudada: la que llevan puesta.
Encima, se han endeudado con un usurero, que ha financiado la travesía hacia lo
desconocido.
En segundo lugar, los emigrantes que tuvieron oportunidad de
ir a la escuela en sus vecindarios recibieron una educación precaria, que no
otorga herramientas para un mundo laboral que cada día es más exigente en
conocimientos y habilidades.
En tercer lugar, dentro del mismo campo de la formación que
apenas les facilita balbucear su idioma, llegan con un total desconocimiento
del idioma inglés, lo que de entrada los coloca como candidatos a las ocupaciones
menos atractivas y menor remuneradas, dondequiera que vivan.
En cuarto lugar, para enfrentar el desarraigo familiar,
tienen tendencia a vivir y convivir con gente que habla su propia lengua,
postergando el aprendizaje del idioma que se requiere para educarse y obtener
mejores ingresos en USA.
En quinto lugar, para pagar las deudas de su traslado y
enviar remesas, los emigrantes deben trabajar duro y en los turnos que menos
facilitan las posibilidades de trabajar y estudiar en un país en donde la
educación de cualquier nivel resulta ser de las más caras del mundo.
En sexto lugar, la antigüedad de los hondureños viviendo en
Estados Unidos es otro elemento. A un emigrante de cualquier lugar del mundo
que llega sólo con la ropa puesta y con carencias en educación y habilidades,
le tomará un tiempo escapar de la pobreza de la que huyó y que lo persigue como
una maldición bíblica.
Y cuando de comparaciones se trata, Venezuela para el caso,
con su Fundación Ayacucho, en 38 años ha becado 250,000 venezolanos en las
mejores universidades autóctonas y extranjeras. Sí Honduras en ese mismo lapso no
hubiera enfrentado la corrupción que ha corroído las entrañas del país, sus logros
en desarrollo de capital humano serían otros y los hondureños competirían en el
mundo por los primeros lugares en ingreso. No por los últimos lugares de
pobreza.
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