Para que un partido político acceda y se mantenga en el poder
existen 2 condiciones: Mantener la unidad de sus dirigentes, líderes o
caudillos y saber negociar.
Lo que está ocurriendo en lo que una vez se denominó “el
partido más grande de Centroamérica” ha venido cultivándose desde el retorno a la
vida democrática en 1982. Nadie lucha en contra del autoritarismo, sino cuenta
en su fuero interno con cierto grado de lo mismo que combate. Y cuando se
manifiesta en actitudes autodestructivas, es otra cosa.
En los diez períodos de gobierno desde 1982 (incluyendo el
que está transcurriendo), los partidos liberal y nacional, han accedido igual
número de veces a la presidencia de la nación hondureña. Con grandes
diferencias. Al Partido Liberal le tocó compartir por 2 años el segundo período
de gobierno como resultado de aquello que constituyó la primera división de los
liberales, cuando una omisión en la redacción de la constitución sobre el
período presidencial dio lugar a la primera crisis política nacional.
El caldo de cultivo del divisionismo liberal continuó dándose
cuando dirigentes-caudillos al mejor estilo pirata, negociaron con base en el
número de diputados afines, cuotas de poder en el ejecutivo y en algunas
oportunidades, el control absoluto del poder judicial.
De los efectos más perversos hacia la división del
liberalismo hasta ahora, se dio cuando los militantes liberales llevaron a la presidencia
a un candidato, que trascurridos 2 años en el poder decidió inclinar la
tendencia de su gobierno hacia una ideología que, en su país de origen, tiene
como carta de presentación el mayor desastre económico y social de esa nación.
A partir de 2009, el Partido Liberal refleja resultados
electorales que no tienen comparación con los obtenidos en sus 4 primeros accesos
al poder público. En una progresión aritmética con tendencia a cero, de 800 mil
votos en 2009, 600 mil en 2013 y 400 mil en 2017, de continuar así, en el 2021
se convertirá en la cuarta o quinta fuerza política del país.
El juego de las cuotas de poder ha dañado también en los últimos
8 años. La dirigencia del Central Ejecutivo ha sido diezmada cuando se le ha arrinconado
a constituir uno de los 3 ó 4 interlocutores que negocian en nombre del partido.
Además, la dirigencia partidaria ha cometido desaguisados desde despreciar en
2013 la presidencia de un poder del estado a cambio de un fementido control de
la canasta básica que nadie agradeció, hasta la reciente expulsión de 17
diputados, para competir en número con el partido Acción Patriótica, de
reciente creación.
Puede ser que lo ocurrido al Partido Liberal desde el año 2006
no sea una mera casualidad. Puede acontecer que responda a una estrategia de
largo plazo, con actores que actúan deliberadamente o no por reducir a la
mínima expresión a un partido político que fue modelo de pujanza, participación,
apertura y progreso en Honduras.
Todo individuo está en su derecho de auto considerarse
impoluto y auto predestinado a reescribir la esencia política de un partido. El
problema es, que con ese comportamiento puritano se lleve de encuentro a una
institución centenaria, que le dio una oportunidad… pero no para destruirla. En
política, quien no negocia, se queda solo.