sábado, 24 de noviembre de 2018

DEBACLE

Para que un partido político acceda y se mantenga en el poder existen 2 condiciones: Mantener la unidad de sus dirigentes, líderes o caudillos y saber negociar.
Lo que está ocurriendo en lo que una vez se denominó “el partido más grande de Centroamérica” ha venido cultivándose desde el retorno a la vida democrática en 1982. Nadie lucha en contra del autoritarismo, sino cuenta en su fuero interno con cierto grado de lo mismo que combate. Y cuando se manifiesta en actitudes autodestructivas, es otra cosa.
En los diez períodos de gobierno desde 1982 (incluyendo el que está transcurriendo), los partidos liberal y nacional, han accedido igual número de veces a la presidencia de la nación hondureña. Con grandes diferencias. Al Partido Liberal le tocó compartir por 2 años el segundo período de gobierno como resultado de aquello que constituyó la primera división de los liberales, cuando una omisión en la redacción de la constitución sobre el período presidencial dio lugar a la primera crisis política nacional.
El caldo de cultivo del divisionismo liberal continuó dándose cuando dirigentes-caudillos al mejor estilo pirata, negociaron con base en el número de diputados afines, cuotas de poder en el ejecutivo y en algunas oportunidades, el control absoluto del poder judicial.
De los efectos más perversos hacia la división del liberalismo hasta ahora, se dio cuando los militantes liberales llevaron a la presidencia a un candidato, que trascurridos 2 años en el poder decidió inclinar la tendencia de su gobierno hacia una ideología que, en su país de origen, tiene como carta de presentación el mayor desastre económico y social de esa nación.
A partir de 2009, el Partido Liberal refleja resultados electorales que no tienen comparación con los obtenidos en sus 4 primeros accesos al poder público. En una progresión aritmética con tendencia a cero, de 800 mil votos en 2009, 600 mil en 2013 y 400 mil en 2017, de continuar así, en el 2021 se convertirá en la cuarta o quinta fuerza política del país.
El juego de las cuotas de poder ha dañado también en los últimos 8 años. La dirigencia del Central Ejecutivo ha sido diezmada cuando se le ha arrinconado a constituir uno de los 3 ó 4 interlocutores que negocian en nombre del partido. Además, la dirigencia partidaria ha cometido desaguisados desde despreciar en 2013 la presidencia de un poder del estado a cambio de un fementido control de la canasta básica que nadie agradeció, hasta la reciente expulsión de 17 diputados, para competir en número con el partido Acción Patriótica, de reciente creación.
Puede ser que lo ocurrido al Partido Liberal desde el año 2006 no sea una mera casualidad. Puede acontecer que responda a una estrategia de largo plazo, con actores que actúan deliberadamente o no por reducir a la mínima expresión a un partido político que fue modelo de pujanza, participación, apertura y progreso en Honduras.
Todo individuo está en su derecho de auto considerarse impoluto y auto predestinado a reescribir la esencia política de un partido. El problema es, que con ese comportamiento puritano se lleve de encuentro a una institución centenaria, que le dio una oportunidad… pero no para destruirla. En política, quien no negocia, se queda solo.


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