jueves, 1 de noviembre de 2018

MIGRACION

Le llaman impropiamente invasión. Los integrantes, son en su mayoría niños, mujeres, adultos y ancianos que huyen de condiciones precarias de empleo, ingreso, alimentación y seguridad.  Hacen un recorrido por tierra de más de 2,500 kilómetros. Hambrientos, enfermos, cansados, harapientos no están en condiciones de oponer resistencia a quienes les esperan para atraparlos en la frontera de su tabla de salvación.
¿Sus armas? La determinación por alcanzar un futuro mejor, cualquiera sea la edad que tienen; la esperanza de transformar sus vidas miserables; la disposición de trabajar en ocupaciones despreciadas por los residentes locales.
La migración siempre ha sido una opción para aquellos que buscan mejorar las condiciones de vida que sus lugares de origen les niegan o son incapaces de otorgar, por alguna razón. Y en un mundo globalizado, se esperaría que, así como los bienes y servicios fluyen por el mundo sin mayores trabas e “invaden” los mercados, algunos ciudadanos calificados y seleccionados de aquellos países con déficits endémicos en el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos deberían contar con una suerte de compensación por la vía del otorgamiento de visas de trabajo.
Causa asombro que algunos individuos recién llegados a la tierra de las oportunidades, en similares condiciones a los miles que se dirigen diariamente hacia el mismo destino, se pronuncien y actúen en contra de los nuevos inmigrantes como si esa tierra les perteneciera. Se consideran con mayor derecho que los indígenas. Los tres principios de libertad, igualdad y fraternidad que adoptaron los independentistas, parecen sustituirse por el egoísmo más abyecto de quienes tuvieron el chance de alcanzar sus sueños.
Más de una división de soldados supuestamente para ejecutar acciones de control, logística y construcción se han asignado para aguardar su llegada.  El monto de recursos monetarios que provoca esa movilización militar es equivalente a lo que costaría generar millones de empleos en los países desde donde son expulsados los emigrantes.
Se entiende que las acciones que adoptan los países grandes obedecen a razones muy complejas y más allá de lo que no puede calificarse de amenaza a su integridad. Los testigos que seguimos de cerca el éxodo de compatriotas, sólo esperamos que el desenlace para “invasores descamisados y desarmados” resulte lo menos traumático por todo aquello que les ha tocado vivir en sus países; las vicisitudes de la travesía; y la ansiada llegada a la que siempre ha sido considerada la patria de la libertad.


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