sábado, 8 de diciembre de 2018

ARMAS

Sus múltiplos usos hace de las armas instrumentos para proteger la vida o para provocar la muerte. Desde la seguridad de las personas, los bienes, el establecimiento del orden, hasta la defensa de la patria, las armas circulan en medio de la población.
Con 1,300,000 armas legales e ilegales, el detalle clave es que no todo mundo tiene afición por la portación de armas y en un país como Honduras, con una seguridad frágil, la proporción entre personas que circulan desarmados e individuos armados es aproximadamente de 90 a 10.
Esa proporción de 90/10 establece un enorme desequilibrio entre quienes, observando una amenaza real o ficticia a su seguridad o la de sus bienes, reaccionan sin el menor nivel de prudencia, disparando sus armas a indefensos, en algunos casos con fatales consecuencias.
Ante el generalizado clima de violencia en el país, la población permanece enervada y es posible que, ante algunas situaciones de aparente peligro, los armados reaccionen jalando el gatillo contra la humanidad de supuestos perpetradores.
Entre las personas que circulan armadas existen diversos niveles de preparación en cuanto a la portación y uso de las armas. Se espera que alguien que cuenta con formación militar, policial o de seguridad privada evalúe primero la proporción de la amenaza y el nivel de peligro ante situaciones diversas, incluyendo las confusas.
Es posible que ante el modus operandi de grupos criminales, actuando bajo el esquema de emboscada y que no advierten ni dan el mínimo espacio a sus víctimas para defenderse, algunos protocolos de seguridad hayan cambiado. Sin embargo, siempre, el uso de un arma en contra de una persona desarmada retrata la mentalidad del homicida y se califica como un uso desproporcionado de fuerza. No se dispara a un inerme y se pregunta después.
En otras latitudes, antes de usar un arma frente a una persona desarmada, se dan una serie de instrucciones para asegurarse que el sospechoso no tendrá oportunidad de utilizar la sorpresa.  Pero disparar sin mediar palabra, es un acto infortunado de total desconsideración a la vida humana.
Quienes han permitido por negligencia establecer el clima de inseguridad prevaleciente, deberían ser más comedidos y entender que la población hará una extrapolación de sus excesos deliberados o no, que incrementará la histeria colectiva ante la violencia generalizada.


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