viernes, 28 de diciembre de 2018

BALA PERDIDA

La fiesta familiar de fin de año transcurría animada, alegre y pródiga en bocadillos y bebidas para el disfrute de los reunidos en la celebración.  
Unos minutos antes de las doce de la noche, un grupo de invitados ubicados en el porche de la casa, se sorprendieron ante la caída de un objeto. Cuando indagaron de qué se trataba, encontraron en una baldosa del piso, una pequeña perforación y un poco más allá, una bala aplastada de una pistola nueve milímetros.
A pesar de filtrarse entre el grupo, ninguna de las 10 personas alrededor del impacto del disparo sufrió daño alguno. Afortunadamente todo resultó un susto y los invitados invirtieron unos minutos para comentar lo que pudo haber ocurrido sí la bala, que traía una trayectoria parabólica, hubiera impactado en el cuerpo de uno de los presentes.  En este caso, el irresponsable acto de un gatillo alegre que disparó la bala perdida, no se convirtió en un homicidio.
Las balas perdidas y sus disparadores gatillo alegre, no tienen nada de divertido y en reiteradas ocasiones convierten en tragedia su incontrolable instinto homicida, puesto que, quien aprieta el gatillo disparando al aire, sabe que la bala retornará a tierra, con la misma velocidad con que salió del cañón del arma.
Los gatillos alegres no solo proliferan en las fiestas de navidad y año nuevo. Cualquier celebración despierta su conducta homicida, desenfundando el arma, alzando el brazo y empezando a disparar esperando que el destino final de la bala no sea el cuerpo de un inocente despreocupado que no espera acortar su vida a costa de un insensato desalmado, que juega con la muerte.
Es en las fiestas de fin de año cuando las personas prudentes buscan los rincones más seguros de los lugares en donde se encuentren, evitando tropezarse con las balas asesinas de quienes confunden el permiso de portar un arma con la licencia para enviar a un cristiano al otro mundo, sin pagar por el crimen.
El precio de la municiones y alto costo de las multas impuestas a los gatillos alegres no detendrá su desenfrenada afición. Quizá, sí los adictos al gatillo tienen algún grado de conciencia, la posibilidad de ser culpables de una muerte por causa de su acción sin sentido los haga reflexionar y busquen otra forma menos peligrosa de dar rienda suelta a su instinto homicida sin provocar bajas. Evitando el daño que pueden infligirse a ellos mismos.


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