En el ámbito musical se reconoce cuando dos pianistas interpretan
una melodía en un mismo instrumento. Sí lo hacen en pianos separados, se denomina
dúo de piano.
Cada vez es más frecuente que gobernantes al mas alto nivel
utilizan a su pareja, aplicando el lema de las olimpiadas: más rápido, más
alto, más fuerte.
Hasta años recientes, los analistas de la corrupción podían
compartir la idea de que, las mujeres en el poder resultaban mucho menos corruptas
que sus contrapartes varones. Infortunadamente, es cada vez más evidente, la
participación de mujeres en altos puestos del gobierno, compitiendo con sus
maridos en actos de corrupción.
Hace unas cuatro décadas, los casos de Ferdinando e Imelda
Marcos en Filipinas eran precisamente, aislados. Hoy, nos encontramos con que
el fenómeno de la corrupción ha seducido a todo aquel que tiene inclinación
para ella, independientemente de su sexo.
Y es que no se trata de un comportamiento permisivo,
complaciente o cómplice. No. Se trata de que, a cuatro manos, como interpretan
los pianistas, las parejas del poder integran sus propias redes de corrupción
para afectar doblemente a sus víctimas.
El accionar estereofónico de dos individuos, funcionando
activamente con sus altoparlantes en este caso no solo ofende el oído de
quienes están indicados a someterse a sus discursos y comerciales de marketing,
si no que desvía recursos importantes que deberían ser utilizados a otras
urgencias sociales o sencillamente, al bien común.
En los pocos casos en los que los corruptos en pareja llegar
a ser castigados por la justicia, y cuando uno de ellos siendo culpable se
mantiene en libertad, pareciera un signo de aplicación parcial e incompleto de
la ley.
Sí los indicios indican que el concierto fue a cuatro manos,
lo que corresponde no es un dúo de piano. Lo que cabe es que cada uno interprete
el piano, en cárceles separadas.
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