A través de la historia,
monarcas, inventores, empresarios, políticos y delincuentes han acumulado
patrimonios en montos considerados siderales en comparación con los de sus
congéneres alrededor del mundo.
En las recientes cuatro
décadas se ha observado el surgimiento de numerosas fortunas que en gran medida
nacieron o se consolidaron a la sombra de los programas económicos establecidos
por los organismos financieros internacionales, y de cuyos efectos no han
escapado, países desarrollados.
Según un estudio de la
Universidad de Chile, en 1989 el economista inglés John Willianson denominó a esos
programas como “Consenso de Washington” cuyos componentes básicos aplicables
resumió en:
1. Disciplina fiscal, en
cuanto a reducir y evitar grandes déficits en las cuentas públicas.
2. Focalización del gasto
público en subsidios dirigidos a los más pobres –incluidos aquellos destinados
a la salud primaria y a la educación escolar– y en infraestructura, descartando
subsidios universales.
3. Ampliación de la base
tributaria, aplicación de un impuesto al valor agregado y reducción de las
tasas marginales del impuesto a la renta.
4. Tipos de cambio
competitivos.
5 Apertura al comercio internacional, con
particular énfasis en la eliminación de las restricciones no arancelarias a las
importaciones (cuotas, depósitos previos, tipos de cambio múltiples) y en la
aplicación de aranceles bajos y parejos.
6. Apertura a la inversión
extranjera directa.
7. Privatización de
empresas públicas.
8. Desregulación de
mercados, fomentando la libre competencia con especial cuidado en no desechar
regulaciones prudenciales a los mercados financieros y otras a favor de la
protección del medio ambiente.
9. Liberalización de las
tasas de interés.
10. Fortalecimiento de los
derechos de propiedad (certeza jurídica).
La Organización de
Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), conocida como países ricos, tenía
24 miembros en 1989, mientras actualmente cuenta con 36 integrantes, 7 de ellos
ubicados en la región exsocialista de Europa Oriental.
Los 10 puntos del consenso
no han respondido al eslogan de las olimpiadas: citius altius fortius (más
rápido, más alto, más fuerte) y la asimetría en la velocidad y profundización
de sus medidas ha estimulado una mayor concentración de ingreso y riqueza para
aquellos países y personas que estaban listos para entrar de lleno en la
competencia y aprovechar las oportunidades que ofrecía. De hecho, en 2015, el informe
de avance de la Organización de las Naciones Unidas respecto a los Objetivos de
Desarrollo del Milenio indicó deficiencias y brechas en:
1)
La asistencia
oficial al desarrollo
2)
El comercio
3)
La sostenibilidad
de la deuda
4)
El acceso a
medicamentos esenciales
5)
El acceso a
nuevas tecnologías.
La liberalización
económica y su aliada la globalización, han permitido que países como China, sacaran
a millones de personas de la pobreza. Simultáneamente, con el apoyo de la
denominada economía digital, se han provocado enormes concentraciones de
riqueza.
El mundo ha cambiado mucho
desde la Gran Depresión de 1929 y los programas sociales que se crearon posteriormente
para reducir las desigualdades exigen una más fina imaginación. En
consecuencia, el reto para los estudiosos del desarrollo consiste en crear
nuevos esquemas económicos y sociales que permitan el acceso a bienes y
servicios para las poblaciones del mundo, al mismo tiempo que se diseñan
controles a las concentraciones económicas y de poder sin menoscabar la
iniciativa, inventiva, innovación y tecnología que han impulsado el bienestar
de la humanidad.
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