Intolerancias de cualquier tipo han obligado a emigrar a
millones de personas a través de la historia de la humanidad. El desastre humanitario causado por los
conflictos en oriente medio y África, han provocado masivos desplazamientos
migratorios internos así como emigración de millones de almas en búsqueda de elementales
condiciones de vida en Europa, principalmente.
Como anticipo al triunfo de Donald Trump antes de agenciarse
la presidencia de los Estados Unidos de América, figuras públicas unas y no tan
públicas otras, indicaron que abandonarían el país, ante tal circunstancia.
Cualquiera que sea la motivación de los precisados en salir del
país del norte, la campaña política del ahora presidente electo norteamericano presagia
–de cumplir con sus promesas-un incremento en la intolerancia política, racial,
religiosa, de género y económica. Una división más profunda de la sociedad
americana.
Los hondureños iniciaron la emigración legal hacia los
Estados Unidos allá por los años 30 del siglo pasado (Flores Fonseca, 2011) aprovechando
las vinculaciones comerciales de las compañías bananeras y sus destinos principales
fueron las ciudades de Nueva Orleans, Nueva York, Houston y Los Ángeles.
La intolerancia política que se asentó en Honduras por 16
años a partir de 1933, obligó a miles de hondureños huir al extranjero para
escapar a la persecución de aquellos que instauraron un gobierno dictatorial
que se perpetuó en el poder durante dicho lapso por la vía de la reelección.
Con el rompimiento constitucional de 1963, retornó a Honduras
la intolerancia política y los opositores al gobierno, reales e imaginarios, se
vieron obligados a abandonar el país a fin de evitar la cárcel o para salvar
sus vidas.
En la década de los años 80 del siglo pasado, por razones
estrictamente ideológicas, se repitió la emigración forzosa de hondureños que
fueron obligados a abandonar el lar nativo. Este grupo masivo de emigrantes fue
el último cuya recepción en países anfitriones les garantizó un estatus legal y
por consiguiente el disfrute de sus derechos humanos universales.
A partir de la década de los años 90 del siglo pasado, las
emigraciones masivas han tenido 3 características que las diferencian de las connotaciones
políticas que manifestaron las previas: 1) Desempleo galopante; 2) Condiciones graves
de violencia; y 3) La urgencia de enviar remesas familiares.
Volviendo al Presidente Trump, caso de cumplir su amenaza de
deportaciones, caerían las remesas de USA a Honduras que en 2015 alcanzaron US$
3,649.8 millones (18% del PIB) y los deportados se encontrarían con un panorama
sombrío de inestabilidad económica y política en su propio país.
La incertidumbre política en la que ha entrado Honduras este
fresco noviembre de 2016, puede provocar que algunas personas imiten a las celebridades
de Estados Unidos y emigren al exterior. Y, sí el proyecto de no alternabilidad
en el poder se consuma por las buenas o por las malas, la intolerancia política se sumará a todos las demás desventuras que ya sufre el pueblo hondureño. Con una
enorme diferencia: ya no existen países adonde emigrar.
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