Según la biblia, en Génesis:” Y creó
Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó."
Y lo diseñó para que caminara erecto, sin colocar sus manos en el suelo para
apoyarse o para desplazarse como lo hacen los cuadrúpedos.
Tiempo después, cuando Dios observó
que el hombre se desviaba de los objetivos de la creación, envió a su hijo
Jesucristo que en una simple aseveración englobó gran parte de la filosofía de
su enseñanza: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.
Los líderes de la humanidad parecieran
actuar contracorriente ante las enseñanzas cristianas. Luce, como que es más
simple complicarse la propia existencia y la de los demás, aplicando el eslogan:
Odiaos los unos a los otros.
Y no es descabellado suponer que el
hombre es recto en su caminar, pero se pandea en su forma de pensar.
No se trata de que, para eliminar los
problemas, todo mundo debe pensar igual. Lo pando del asunto es que, porque
alguien piensa o es diferente, se inicia una sucesión de descalificación que puede
identificarse como los niveles de riesgo: verde, amarillo, rojo y negro. La cúspide
de la descalificación consiste en eliminar a quien piensa o es diferente. Y se
inicia una escalada de acción-reacción, hasta llegar al punto en que, para el cumplimiento
de la venganza y el ciclo, desaparezca la humanidad.
Y los principales espacios con que
cuenta el hombre para alcanzar la felicidad, se convierten precisamente en
zonas de práctica del odio más abyecto. Desde la política, donde los gobernantes
están llamados a buscar el bien común y más bien se transforman en verdugos de
sus propios conciudadanos, creando ministerios de felicidad y simultáneamente, robándoles
la educación, la salud y el bienestar; o en la religión, que pretende el
crecimiento de la espiritualidad y la han transformado en succionadores de
recursos y maltrato de los feligreses, creyentes o como se les denomine. El
sectarismo religioso convertido en un coctel de animadversiones constituye la
mayor fuente de odio en el mundo.
Y, tan pando es el pensamiento, que
el color de la piel pretende reutilizarse como una medida de diferenciación
entre humanos. Pero, cuando el cambio climático convierta en más despiadados
los rayos del sol, los supremacistas de piel blanca añorarán tener una piel más
oscura, pues, probablemente tendrán que enclaustrarse en sus casas, o salir
únicamente de noche. Como los búhos.
En general, los humanos son más
proclives a lo recto que a lo pando. El problema radica en que, mientras más
pandos asuman las posiciones de poder, en cualquier campo de actividad, enderezar
las desviaciones será una tarea cada vez más compleja.
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