sábado, 22 de julio de 2017

LEALTAD POLITICA

La lealtad en la política partidista resulta ser un tema que no contempla de manera explícita en Honduras, la Ley Electoral y tampoco los estatutos de los partidos políticos. No existe lealtad por parte de los candidatos electos, ya sea en comicios primarios o en elecciones generales, hacia los grupos de apoyo y electores que creyeron en falsos proyectos políticos y aportaron recursos financieros, materiales y tiempo para favorecer a sus líderes en puestos de elección popular.
Cuando el candidato a un puesto de elección se promueve como un producto de buena calidad para una posición determinada, el electorado que cree en sus promesas confía en que la fecha de expiración del mismo está relacionada con la efectividad que tenga ante sus competidores y que el “producto” continuará en la competencia hasta haber demostrado sus cualidades.
El abandono de la contienda por parte de un candidato electo, en cualquier etapa de la misma, es similar al comportamiento de un desertor que deja el campo de batalla en medio del fragor de la lucha.  Como un producto que apela al consumidor, el candidato debe demostrar su idoneidad, tantas veces como se lance al ruedo político; es decir, siempre.
El candidato electo fallido que no evidencia razones justificadas para burlar la preferencia del electorado irrespeta, menosprecia y traiciona a quienes lo favorecieron con su voto.
Los candidatos electos, sin duda, deben contar con atributos para agenciarse los votos del electorado. Pero eso no debe obnubilarlos a creer que el peso electoral obtenido es el resultado únicamente de sus habilidades y merecimientos y que sus votantes constituyen una suerte de mercado cautivo que los va a premiar con su elección, independientemente del número de veces que los traicionen.

También se juega peor con el electorado, cuando una vez en el cargo, el candidato electo se dedica a negociar, transar o ejecutar acciones en perjuicio de aquellos mismos que lo favorecieron con su voto. O manifiesta un comportamiento neutro. Esta actitud es mucho más nociva que abandonar una candidatura, puesto que, el candidato en lugar de defender los intereses generales se transforma en verdugo de la población y consecuentemente de su propia base política.

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