Según FUNDEU, aporofobia es un neologismo que
significa ‘odio, miedo, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el que no tiene
recursos o el que está desamparado’. Los gobiernos autoritarios están plagados
de individuos que pareciera sufren de tan desgraciado temor. Una fobia que los
induce a utilizar diversos instrumentos como la corrupción, la impunidad y la represión para
escamotear la satisfacción de las necesidades básicas a los más desposeídos.
Con
sus políticas y acciones desde el poder, los aporofobos manifiestan su
hostilidad restringiendo el empleo, el ingreso, los alimentos, la vivienda, la
salud y hasta las formas de comunicarse de aquellos cuyo único recurso ante la
adversidad es lamentarse y hacer catarsis de las penurias que son obligados a
padecer, mientras los que ostentan el poder, arrebatan sus posibilidades de
bienestar. O sea, la iniquidad se concreta en la doble condición de estar
amolado y callado a la vez.
Desde que la democracia tomó fuerza a partir de la
revolución francesa, son contados los casos en el mundo en donde el progreso de
las naciones surgió de gobiernos dictatoriales. La tendencia de las dictaduras hacia
concentrar el poder, la riqueza y la discriminación de los más débiles es
incongruente con la coexistencia del desarrollo económico y social.
Una vez que un determinado grupo asalta el poder o se
mantiene en él por la fuerza, los diversos grados de autoritarismo se verán y
se harán sentir. Cualquier manifestación pública de disidencia o descontento, es
considerada un atentado al orden establecido. Y comienzan por intentar regular todo
tipo de comportamiento humano que consideren hostil, ahora particularmente el
que se manifiesta en las redes sociales. Es decir, para los aporofobos no es
suficiente detentar el poder. La hostilidad es su monopolio absoluto.
Precisamente, las redes sociales ayudan a no sorprenderse de
los desatinos del poder. Desde Kirguistán, pasando por Irán y más cerca en Brasil
y Venezuela, las acciones para controlar las redes sociales, se repiten de manera
frecuente en cada vez más amplios escenarios geográficos. Y tampoco deberá
extrañarnos en el caso hondureño, que los renovados “orejas”, famosos en la
dictadura de hace 80 años, terminarán exponiendo iniciativas legislativas como,
por ejemplo: “ley de las malas miradas”, “ley de control de las cartas postales”,
y eventualmente, “ley de desclasificación de las confesiones religiosas”, para
eliminar las expresiones de “odio y discriminación” de la ciudadanía.
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