Política, es el arte de gobernar. Entonces, cuando un
partido político ha estado en el poder 22 de los últimos 86 años (1/4 de
tiempo) está jugando a cualquier cosa, menos a gobernar. Y gran parte de las
causas para que persevere permanecer en la llanura, se debe al quehacer de sus
propias autoridades, militantes y simpatizantes.
En la década de los años 50 del siglo pasado, el eslogan del
partido era: sumar, unir, vencer. Una de las explicaciones de mantenerse fuera
del poder es precisamente, haber abandonado esa triada que le permitió alcanzar
la victoria en 1957 y subsistir un poco menos de 6 años en el control del
gobierno.
Desalojado por la fuerza en 1963, no tardó mucho tiempo en
profundizar su división interna con uno de los expedientes que más daño le ha
hecho: Expulsar a prominentes líderes que no coinciden con la línea de las
autoridades del partido. Una acción que hizo daño hace 50 años y cuya práctica continúa
hoy, cuando las circunstancias no pueden ser más adversas.
La costumbre de crear círculos de hierro alrededor de los
candidatos ha sido una estrategia excluyente que ha hecho daño a un partido que
no se caracteriza precisamente por la disciplina.
Durante la campaña de su penúltimo presidente, un
simpatizante ofreció participar en uno de los grupos que se conformaron para
elaborar el “programa de gobierno”. Habló con el coordinador del grupo de su
interés y la respuesta precisa y lacónica fue:” Ya estamos todos los que debemos
estar”.
Más recientemente, en las elecciones internas previas a la
última elección general el mismo simpatizante ofreció sus servicios a los dos
principales precandidatos y obtuvo como respuesta un sepulcral silencio.
El PLH debe volver a la triada que le funcionó alguna vez.
De otra manera, su modus operandi se reduce a restar, desunir y perder. Los últimos
resultados, reflejan una disminución sostenida: 800,000, 600,000 y 400,000
votos. Resultados nefastos para el considerado por un siglo, primera fuerza
política de Honduras, fuera del poder.
De continuar con la tendencia descendente, puede ocurrir que,
en los próximos 80 años que restan del siglo XXI, el PLH resulte totalmente
borrado de la posibilidad de acceder al poder.
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