viernes, 5 de abril de 2019

POLITICAS AGRICOLAS

Puede ser que hace 45 años los diseñadores de políticas agrícolas estaban motivados por buenas intenciones en pro del bienestar general. Pero la lógica de un burócrata no coincide necesariamente con la actitud práctica de quienes trabajan en el campo y sacan de él, sus medios de vida.
Los siguientes dos artículos, el primero de la Ley de Reforma Agraria de 1975 y el segundo de la Ley de la Corporación Nacional de Desarrollo Forestal de 1974 se confabularon en acelerar la desforestación en Honduras:
“Artículo 9. En las zonas forestales en las que existan tierras aptas para la agricultura o la ganadería se estará a lo prescrito en el Artículo 26 de la Ley de la Corporación Hondureña de Desarrollo Forestal.”
“Artículo 26. En las zonas forestales en las que existan tierras de vocación agrícola o ganadera, la Corporación determinará, con la colaboración del Instituto Nacional Agrario, áreas agrícolas para cultivos y ganadería intensiva. En tales casos, el Instituto Nacional Agrario adjudicará en favor de las cooperativas o asociaciones forestales las tierras correspondientes, para su afincamiento definitivo, y promoverá el establecimiento de los servicios sociales y crediticios necesarios.”
Los productores agropecuarios arrasaron los árboles de sus predios, para impedir que fueran objeto de afectación por parte del Instituto Nacional Agrario. Hoy los siembran para sombra del ganado. La nacionalización del vuelo forestal convirtió en potentados a varios gerentes de la COHDEFOR.  
En 1992, con la emisión de la Ley de Modernización Agrícola, se controló en gran medida la inseguridad en la tenencia de la tierra. La devolución del vuelo forestal a los propietarios y su principal instrumento, los Planes de Manejo, anticipaban que enderezaran las condiciones de la eliminación de fuentes de agua. Infortunadamente, los formuladores de políticas volvieron a estrellarse con la visión cortoplacista y la ambición de quienes han dejado sin árboles las colinas del territorio nacional.
Algunos de los principales beneficiados de la foresta hondureña han sido peregrinos, habitantes temporales de la nación, que sencillamente no tenían compromiso alguno con las futuras generaciones y consecuentemente no están sufriendo ni sufrirán, la carencia inmediata de recursos hídricos.
Se suponía que las reformas agrarias y forestales contribuirían a reducir la pobreza y las condiciones precarias de los habitantes más desposeídos del campo. Y similar a países como Taiwán y Corea del Sur, estimularían el desarrollo de los otros sectores económicos.  En Honduras no sucedió así.
Sí se ha logrado un elemento de equidad: todo mundo sin agua. Y no se vislumbra un plan integral para revertir la posibilidad que los ecosistemas sucumban a la sequía y que detrás de su desaparición, le sigamos los responsables activos y pasivos de nuestra autodestrucción.



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