Puede ser que hace 45 años los diseñadores de políticas
agrícolas estaban motivados por buenas intenciones en pro del bienestar
general. Pero la lógica de un burócrata no coincide necesariamente con la
actitud práctica de quienes trabajan en el campo y sacan de él, sus medios de
vida.
Los siguientes dos artículos, el primero de la Ley de
Reforma Agraria de 1975 y el segundo de la Ley de la Corporación Nacional de
Desarrollo Forestal de 1974 se confabularon en acelerar la desforestación en
Honduras:
“Artículo 9. En las zonas forestales en las que existan
tierras aptas para la agricultura o la ganadería se estará a lo prescrito en el
Artículo 26 de la Ley de la Corporación Hondureña de Desarrollo Forestal.”
“Artículo 26. En las zonas forestales en las que existan
tierras de vocación agrícola o ganadera, la Corporación determinará, con la
colaboración del Instituto Nacional Agrario, áreas agrícolas para cultivos y
ganadería intensiva. En tales casos, el Instituto Nacional Agrario adjudicará
en favor de las cooperativas o asociaciones forestales las tierras
correspondientes, para su afincamiento definitivo, y promoverá el
establecimiento de los servicios sociales y crediticios necesarios.”
Los productores agropecuarios arrasaron los árboles de sus
predios, para impedir que fueran objeto de afectación por parte del Instituto
Nacional Agrario. Hoy los siembran para sombra del ganado. La nacionalización
del vuelo forestal convirtió en potentados a varios gerentes de la COHDEFOR.
En 1992, con la emisión de la Ley de Modernización Agrícola,
se controló en gran medida la inseguridad en la tenencia de la tierra. La
devolución del vuelo forestal a los propietarios y su principal instrumento, los
Planes de Manejo, anticipaban que enderezaran las condiciones de la eliminación
de fuentes de agua. Infortunadamente, los formuladores de políticas volvieron a
estrellarse con la visión cortoplacista y la ambición de quienes han dejado sin
árboles las colinas del territorio nacional.
Algunos de los principales beneficiados de la foresta
hondureña han sido peregrinos, habitantes temporales de la nación, que
sencillamente no tenían compromiso alguno con las futuras generaciones y
consecuentemente no están sufriendo ni sufrirán, la carencia inmediata de recursos
hídricos.
Se suponía que las reformas agrarias y forestales
contribuirían a reducir la pobreza y las condiciones precarias de los
habitantes más desposeídos del campo. Y similar a países como Taiwán y Corea
del Sur, estimularían el desarrollo de los otros sectores económicos. En Honduras no sucedió así.
Sí se ha logrado un elemento de equidad: todo mundo sin
agua. Y no se vislumbra un plan integral para revertir la posibilidad que los ecosistemas
sucumban a la sequía y que detrás de su desaparición, le sigamos los
responsables activos y pasivos de nuestra autodestrucción.
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