domingo, 10 de diciembre de 2017

VOTO NUMERADO

La actual crisis electoral-política hondureña puede ser la última oportunidad para que, con base en las lecciones aprendidas, se tome lo ocurrido como un punto de inflexión y se modifiquen cuestiones que hasta ahora han permitido que la inclinación a la picardía de unos cuantos prevalezca sobre las intenciones y los derechos de las mayorías.
Empezando por el registro, se retuvieron las cédulas de identidad de todos aquellos que se suponía no votarían por el candidato oficialista. Unos días antes de las elecciones se crearon brigadas de “entrega de identidades” que se convirtieron efectivamente en grupos de calvario para hacer tontear a la gente, desde los registros a los correspondientes centros de votación, como sí la tarjeta de identidad sólo sirviera para votar. Desde luego, con ese expediente lograron una gran masa de abstenciones obligadas.
El día de la votación, los electores y los representantes de las Mesas Electorales Receptoras no contaron con la información suficiente para garantizar la validez del voto.
En 10 procesos generales eleccionarios, por primera vez, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no permitió extender el límite de la hora de votación, impidiendo a miles de electores llegar a las urnas aun cuando ya estaban en las filas para llegar a la mismas. Se parte del criterio que todo mundo es burócrata o asalariado. Pero no es así. Existen compatriotas que trabajan 365 días al año, y sí el domingo de elecciones tienen chance, van a votar. No todos están en el saco de “dejarlo todo para última hora”.
Distintos cotejamientos entre las actas del TSE y las de los partidos, evidencian situaciones de fraude en todos los niveles eleccionarios, pero mayormente a nivel presidencial. Entonces, las actas de las mesas electorales resultan ser papeles que, suscritos en el momento de su levantamiento posteriormente son modificadas para favorecer o perjudicar candidatos. De esa manera, la voluntad del electorado es totalmente burlada.
Y como todo lo que entra, sale por algún lado, el último tramo del fraude se encuentra en el procesamiento de datos. Ahí, las “caídas de sistemas” terminan la tarea de escoger presidentes, diputados, alcaldes y representantes al Parlamento Centroamericano.
La identificación de votantes y sus controles se queda a mitad del camino cuando existen mil y una formas de escaparse de ellos. Quizá una tarea que ayudaría a reducir el fraude sería la identificación de los votos. En este caso, cada voto tendría su respectivo número en función del cuaderno electoral y con información relativa a: línea (el votante), 3 dígitos; mesa, 4 dígitos; centro de votación, 5 dígitos; nivel electoral (ej. presidente o alcalde) 1 dígito; y diputados, 3 dígitos. Puede existir otras y mejores formas de identificar los votos.

La identificación de votos eliminaría el trasiego y manoseo de los mismos, así como haría innecesario para los impugnadores de las elecciones, probar sí los votos mostraban estar bien doblados o mejor planchados.

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