lunes, 15 de enero de 2018

AUTORITARISMO

Existen 3 características fundamentales en las dictaduras: 1) Ausencia de ordenamiento jurídico o su aplicación discrecional; 2) Ausencia de oposición o disidencia sin objetivos y metas definidos; y 3) Concentración del poder en torno a un individuo.
El autoritarismo surgido de la dictadura genera beneficios tangibles e intangibles a los que se suman a un proyecto de largo plazo para gozar de las prebendas de un poder abusivo en términos de ventajas económicas y la certeza de que la comisión de sus delitos de todo tipo gozará de plena impunidad, sin temor a sufrir los castigos correspondientes que sólo son aplicados a quienes cometen faltas, aunque menores, pero que no están suscritos al programa autoritario de turno. Por ello, sus compinches idolatran al dictador.
La connotación de largo plazo de las dictaduras responde a la necesidad de asegurar que sus desmanes permanezcan impunes el mayor tiempo de la existencia de sus protagonistas. Una impunidad temporal que sólo pueden garantizarse ellos mismos.
El dictador se asegura que sus adláteres dentro del gobierno y más allá del mismo estén protegidos, satisfechos y contentos con seguridad gratuita, contratos, subsidios, financiamientos, donaciones y todo tipo de prebendas pecuniarias o no, que son soportadas por los contribuyentes y con recursos de préstamos que incrementan la deuda interna y externa.
Los adláteres de la dictadura incluyen especímenes de todos los estratos y grupos: Partidos políticos, gremios, empleadores, sindicatos, iglesias, ONG, patronatos, individuos, etc.
Como consecuencia de los excesos del autoritarismo surgen signos de resistencia a las acciones dictatoriales. Algunas de esas manifestaciones de disidencia y repudio evidencian características caóticas que no sólo afectan a los beneficiarios de la dictadura si no también, a grupos inocentes que deben soportar un doble tormento: las consecuencias del castigo de los autoritarios y las de quienes se oponen a la dictadura de manera irracional, provocando daños colaterales.   

Los adláteres del dictador ven la paja en el ojo ajeno, pero omiten mirar la viga que obnubila deliberadamente su pensamiento. Y entonces, como recompensa a los beneficios que reciben de la dictadura se rasgan las vestiduras y se manifiestan implorando en favor del estado de cosas del que forman parte. Y piden con fervor religioso se mantenga la paz. La paz de su idolatrado y desde luego la de ellos mismos. Se olvidan de las carencias  que sufren los demás en la forma de desempleo, ausencia de ingreso, falta de caminos, educación insuficiente, salud deplorable, vivienda en tugurios, inseguridad y toda una serie de calamidades que conducen, en numerosos casos, a la paz de los sepulcros.

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