Dos temas monopolizan el interés mediático o no de los
hondureños: la política y el fútbol. Desde luego, entre ambos temas, hay una preeminencia
del tema político sobre el futbolístico en cuanto a inversión de tiempo,
espacio, recursos humanos, financieros y de todo tipo. Es que la política está
incrustada en todo el tejido de acciones de la sociedad hondureña y asociada a
intereses económicos poderosos, grandes y pequeños; es el tema cotidiano que se
acompaña con el desayuno, almuerzo y cena; y constituye el Padre Nuestro en las
tertulias cotidianas de familias, parientes, amigos, conocidos y público en
general.
La trama del fútbol no alcanza el nivel de importancia de la
política pues aún combinando la secuencia de eventos de los equipos de la liga
nacional; las selecciones nacionales de todos los niveles que llega a su clímax
cuando la selección mayor clasifica al mundial y culmina con su participación
en la primera fase. En adición, los torneos internacionales constituyen una
variante no tan reciente del fútbol desde que “legionarios” hondureños comenzaron
a jugar en forma nutrida en equipos de prestancia internacional y cada vez más,
los aficionados se fueron segregando entre fans del Barcelona o del Real Madrid,
principalmente. A diferencia de la continuidad del asunto del poder, el tema
del fútbol es un tanto discontinuo.
Las técnicas de mercadotecnia que se aplican en la política
evidencian su intensidad y extensión en función del interés y los recursos con
que cuenta el “vendedor” del producto político. Por ejemplo, la venta de una
reelección presidencial en un país en donde está prohibida por la Constitución
de la República empezó en el año 1990, cuando un candidato presidencial logró
un amplio triunfo en las urnas y percibió que había llegado el momento de
vadear el obstáculo del continuismo a través de las figuras del plebiscito y el
referéndum; siguió en el año 2008, cuando por la vía de la abortada cuarta urna
y una pretendida constituyente, un expresidente intentó reelegirse; y se ha
concretado a como diera lugar en las elecciones de noviembre de 2017,
cuando mediante una leguleyada la Sala Constitucional de la Corte Suprema interpretó
la constitución y dio luz verde a la reelección presidencial.
Como corolario de la amañada reelección ha resultado la convocatoria
a un diálogo nacional que algunos quieren sólo para discutir temas políticos, particularmente
una asamblea nacional constituyente para enmendar a posteriori el entuerto de forzar
una situación irregular (la reelección) que ha sumergido al país en una severa crisis política que ya dura treinta y cinco días y sin visos de resolverse en
el corto plazo.
La libertad de expresión facilita que los hondureños abordemos
desde la perspectiva de cada uno nuestros temas favoritos. También podemos con
un poco más de esfuerzo, dedicar más atención al resto de temas que a los
ciudadanos de un país deben interesar para alcanzar mayores niveles de
desarrollo y bienestar. Y contar con una visión holística de nuestro presente y
futuro.
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