La naturaleza brinda un panorama que incita y apela los
sentidos. Que inspira al artista y por igual al poeta.
Se admira, la quietud tranquilizante de un valle; la solemne
imponencia de una montaña; el raudo correr de un río; el golpe insistente y
frenético de las olas; el infinito horizonte del espacio; el nervioso titilar
de las estrellas; las veleidosas formas de la luna; el enceguecedor destello
del astro rey; la multifacética belleza de la fauna.
Estáticas o dinámicas, las estampas naturales son
estereotipos de paisajes para transmitir los mensajes de las musas.
Mas este es un paisaje natural diferente. Especial. Con
múltiples variaciones. De diversos colores. Que produce percepciones distintas
dependiendo de quién y cómo lo contemple. Este paisaje es la más grande,
perfecta, bella y hermosa obra de la creación.
Este paisaje es estático y dinámico a la vez. Tiene
incontables lenguajes. Muchas formas de enviar y recibir mensajes. Mira y es visto.
Palpa y es palpado. Habla y es oído. Huele y es olfateado.
A diferencia del geográfico, este paisaje es producido y se
reproduce. Tiene ojos cuyo brillo ensombrece la luz del sol y el resplandor de
la luna y las estrellas. Boca y sonrisa que empequeñece la majestuosidad de un
volcán en erupción. Voz que acalla el sonido del agua al correr o el silbido
del viento que se escurre entre los árboles.
Este es un paisaje de figuras geométricas y movimientos cadenciosos.
Cada parte de su cuerpo, cada expresión de su espíritu es más impresionante que
el más exótico paraje que existe sobre la faz de la tierra.
Este paisaje se expone a cada instante y en cualquier lugar.
Tiene cuerpo y tiene alma. Este paisaje, ostenta el diseño de mujer.
Publicado en Diario
la Tribuna, Honduras 22 de enero de 1998
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