No se trata del tipo de funcionario que España adoptó de
Roma y que tenía responsabilidades importantes para el funcionamiento de algunos
asuntos públicos durante la época colonial.
Se trata de la costumbre cada vez más enquistada en sectores
de las sociedades modernas de corregir a los demás, que con los instrumentos
que facilita internet a través de las redes sociales, ha alcanzado niveles de
comportamiento epidémico.
Se ha convertido en una suerte de ejercicio, tratar de
inducir a los participantes activos de las redes, que se enmarquen en ciertos
patrones -que no son fáciles de dominar- como las reglas de la gramática.
Quizá la tolerancia, sea una buena idea para quienes andan
por las redes corrigiendo a los que cometen gazapos gigantescos al escribir.
Por muy bondadosas que sean las intenciones del corregidor, puede exponerse a recibir
una reacción y una respuesta desproporcionada a su altruista intención.
En un grupo de WhatsApp de una ciudad intermedia, cierto
participante corrigió un error ortográfico a otro partícipe. La respuesta casi
inmediata fue: “Corrija a su mamá que fue mi maestra de español”.
Desde luego hay otras áreas en donde los corregidores se
sienten tentados a gestionar las funciones de los antiguos oficiales coloniales
e innecesariamente se ven inmersos en agrias disputas epistolares, que
definitivamente no son cartas de afecto.
Facebook está probando la posibilidad de utilizar karaoke en
su plataforma. Y es loable que FB ponga al mundo a cantar frente a tanto
incidente triste. Pero, en esta faceta de las habilidades artísticas, donde las
sensibilidades personales son mayores, podría acontecer que los corregidores intenten
convertirse en jueces de cantantes-artistas aficionados. Entonces, veremos transformarse
las disputas en las redes, para convertirse en verdaderas reyertas.
Así que como en el cuento del WhatsApp arriba, la respuesta
podrá ser: “Díselo a tu papá que fue mi maestro de música”.
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