El 25 de enero de 2017 el Gobierno Norteamericano emitió la
Orden Ejecutiva, Mejoras en la seguridad fronteriza y la aplicación de la ley
de inmigración, mediante la cual se establecieron nuevas reglas de asilo para
los inmigrantes indocumentados.
Hasta el momento de la emisión de dicha orden ejecutiva, los
indocumentados, un buen porcentaje provenientes de Guatemala, El Salvador y
Honduras, solicitaban asilo para residir en Estados Unidos con base en
argumentos de maltrato intrafamiliar o persecución y amenazas de criminales. La Sección 11
de la mencionada orden, hace más estrictos los criterios para acceder al asilo
y establece una revisión caso por caso de las solicitudes.
Han transcurrido 17 meses desde la vigencia del cambio de
normas de asilo en Estados Unidos y lo que trasciende a través de los medios de
comunicación, es que el acceso de inmigrantes indocumentados ha ido
endureciéndose a tal grado que sólo en mayo de 2018 se detuvieron más de 50,000
personas en la frontera sur.
Aunado a la detención, se agrega la separación de las familias
con consecuencias dramáticas como el suicidio reciente de un hondureño en una
cárcel de Texas.
El Gobierno de Honduras, mediante Decreto 120-2013 emitió el
6 de septiembre de 2013, la Ley de Zonas de Empleo y Desarrollo Económico
(ZEDE), estableciendo zonas administrativas autónomas para atraer la inversión
extranjera anticipándose la generación de 200 mil nuevos empleos. Después de 5
años de vigencia de la ley, según versiones oficiales, las primeras inversiones
se harán realidad el presente año.
Es obligación de todo gobierno, establecer las condiciones
necesarias para que los nacionales de un país puedan vivir en paz, con
seguridad y en un ambiente económico y social digno dentro de las fronteras de
su propio país (Ej. Costa Rica). Cuando los habitantes de una nación deben huir
de su casa para encontrar protección de la violencia en la familia y en la
sociedad, se advierte la debilidad de su gobernabilidad, que resulta compartida
con aquellos que hacen de la violencia, su modus operandi, su modus vivendi.
Sí mediante las ZEDE, el estado de Honduras está cediendo
hasta la soberanía del país para atraer inversión extranjera -que no debe ser satanizada-, es posible
imaginar, que los privilegios que se brindan a inversionistas extranjeros se mezclen
con medidas que aseguren a los compatriotas hondureños poder seguir viviendo en
el país que los vio nacer. Es cuestión de hacer las modificaciones del caso a
la ley de las ZEDE, agregarle una “S” de SEGURIDAD (ZEDES) y auspiciar que los
conciudadanos que buscan obligados su porvenir alejados del lar nativo lo
encuentren en su propio terruño defendidos por su gobierno en términos de:
protección familiar, empleo, ingresos, seguridad social y perspectivas de un
mejor porvenir.
Las emigraciones masivas de hondureños no son nuevas. En los
últimos 100 años y hasta 1990, estuvieron vinculadas a la intolerancia de
gobiernos autoritarios y sectarios. Hoy,
las características de los desplazamientos fuera del país obedecen a múltiples
causas. Sí en el pasado, las emigraciones respondían a políticas públicas
explícitas, ahora, prima la ausencia de políticas que de manera holística estimule
la permanencia de los hondureños en su patria.
En este caso, la omisión de hacer lo que sea necesario para evitar
las emigraciones, tiene el mismo resultado que empujar al ostracismo a millones
de compatriotas.
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