La inclinación actual de los gobiernos
hacia las dictaduras, que parecían especies en proceso de extinción, parece
resurgir con ímpetu creciente. La democracia huye en retirada ante la embestida
de proyectos dictatoriales minuciosamente elaborados que se visten de aparente poder popular.
El dictador puede envolverse en
la bandera de la derecha o de la izquierda; del populismo o del nacionalismo. No
importa. El denominador común es su autoritarismo, sectarismo, la compra de
voluntades, la distribución de dádivas a los pobres y el control de negocios importantes
de la nación: la concesión de los recursos naturales, la infraestructura y los
servicios existentes con participación accionaria del dictador en todos los
negocios.
El dictador desde el poder
ejecutivo, nombra, controla y dicta órdenes a los otros dos poderes del estado;
a la fiscalía; a las autoridades electorales; a los cuerpos armados; y a todo
el aparato del sector público, al que incluso le exige sumisión y pleitesía. El
vasallaje retorna en su esplendor como una máscara de esclavitud, aun cuando en
Centroamérica fue abolida en 1824.
Al hacer desaparecer la institucionalidad
y el imperio de la ley, el dictador aplica su “justicia” de manera
discrecional: mano dura y persecución para los opositores; guante blanco y
protección para todo aquel que lo acompañe en su aventura dictatorial.
Incluso la inseguridad forma
parte del sesgado esquema operativo del dictador. Sus aliados cuentan con
protección policial y militar, mientras el resto de la población tiene que
agenciarse su propia protección contra la violencia y el crimen.
Otro elemento fundamental del
proyecto dictatorial, es el control casi absoluto de los medios de
comunicación. Da pena, la manera entreguista con que, antiguos defensores del
pueblo, hoy utilizan su pluma para aprobar, justificar o defender el “proyecto”
y atacan a todo aquel que se cruce en su camino. No hay duda que el temor a una
vejez sin los privilegios acostumbrados, pesa más que la dignidad que un día aparentaron
tener.
El dictador entonces, sabe que la
marcha de su proyecto está avalada por:
· - Valores morales precarios y necesidades ingentes
de la población en general.
· - Individuos, empresas y organizaciones de
sociedad civil, domesticadas por prebendas, amenazas y persecuciones
gubernamentales de todo tipo.
· - Marco legal diseñado a su favor: Constitución, convenios
internacionales, códigos, leyes, reglamentos, resoluciones y manuales.
· - Algunos organismos internacionales,
complacientes.
· - Marco institucional sometido: poderes del
estado, cuerpos armados, secretarías de estado, alcaldías, gubernaturas, auditoras,
fiscalías, observatorios, comisiones, comisionados.
· - Fuente financiera garantizada: los recursos
públicos de la nación utilizados a discreción.
· - Operadores de justicia dependientes.
· - Aparato mediático desorientador.
· - Alianza para el fraude en las mesas electorales:
Partidos con candidato presidencial único.
· - Inmovilización de la oposición: Intervención y
persecución de dirigentes opositores.
El dictador cuenta con el escenario preparado para su siguiente
gran zarpazo: ganar las elecciones a como dé lugar. Y sí el mapa de ruta le
resulta, al día siguiente de conocerse los resultados en las urnas, habrá miles
de arrepentidos por acciones u omisiones. Entonces, podría ser demasiado tarde.
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