Consistía en
inmovilizar a la víctima boca arriba a modo que le cayera sobre la frente una
gota de agua fría cada cinco segundos. Después de algunas horas, el goteo
continuo provocaba daño físico en su piel, similar al que sufren las yemas de
los dedos después de un baño de inmersión.
Pero la
verdadera tortura para la víctima era la locura que le provocaría el no poder
dormir, debido a la constante interrupción del sueño y tampoco poder beber esa
agua cuando la sed atacara, con lo cual a los pocos días sobrevenía la muerte
por paro cardíaco.
Dentro de las
cuestiones electorales atípicas acontecidas recientemente en Honduras, por
primera vez en 36 años, el Tribunal Supremo Electoral se está tomando 96 horas
para poder declarar de manera anticipada, pero formal, los resultados de la
votación a nivel presidencial. Lo inesperado, para quienes detentan el poder y
se resisten a entregarlo en paz los está orillando a practicar una suerte de
tortura china que quizás esté haciendo más mella en los victimarios que en las
víctimas. Con sus repetidas conferencias de prensa saturadas de amenazas y llamados
desesperados al desorden para justificar en las calles lo que no obtuvo en las
urnas su candidato ilegal a la reelección, están hastiando a un pueblo que comenzó
a observar sus aventuras ilegales e inconstitucionales desde hace 4 años.
Una acción infortunada
en 2009 que pudo resolverse de mejor forma obligó a la comunidad internacional a
adoptar acciones para que Honduras corrigiera el entuerto causado. La
aplicación de la Carta Democrática Interamericana por parte de la OEA despedazó
a la economía hondureña. La crisis financiera internacional sumada al
ostracismo internacional que sufrió el país causó efectos de los cuales aún no
nos recuperamos.
Intentar sumir
en el caos la patria, haciendo prevalecer el sectarismo y la sed insidiosa de anquilosarse
en el poder a cualquier precio, nos podría llevar a una crisis institucional
más severa que la sufrida hace 8 años, con mayores repercusiones adversas y con
la imposibilidad de recuperar la confianza perdida hacia Honduras por parte de
los actores internacionales.
Nadie puede
arriesgarse desde afuera a hacer negocios en un país con un gobierno que
irrespeta sistemáticamente las leyes en perjuicio de sus conciudadanos, pues la
inferencia es simple: sí se incumplen los compromisos legales en el ámbito
nacional, puede ocurrir lo mismo en lo que a compromisos internacionales
compete. Y es difícil encontrar masoquistas buscando que les apliquen la
tortura china.
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